Estando don Luis en su Oficina, llegó a verlo su hermano don Roberto.
El Licenciado Castro Ureña le expresó el propósito de ir al Hospital a ver a su amigo enfermo, pero que lo desanimaba mucho el pensar en las dificultades de entrar, por las órdenes emanadas de la Superintendencia de dicho establecimiento.
Don Roberto, le repuso:
—»Mira, Luis. Yo soy «HERMANO» y puedes pasar conmigo. Aquí está la tarjeta».
Y el abogado de las buenas causas, el gran amigo de aquella gran dama que se llamó Amparo de Zeledón, le contestó:
—»Gracias, Roberto. Voy a ir solo; si acaso tengo alguna dificultad con los porteros, les diré que soy hermano…
—»¿Hermano?».
—»Si, hombre. PUES TUYO».