Un día, los revolucionarios solamente pudieron comer arroz y frijoles, faltando desde luego, la carne.
Ante el asombro y clamor general, el Cholo Obregón, que era un soldado rebelde e inconforme, preguntó al Comandante, que por qué motivo se les privaba de la carne.
Y la respuesta no se hizo esperar, pues muy cerca del soldado Obregón se encontraba el General Manuel Chao, Jefe del Estado Mayor de la Revolución, conversando con varios oficiales, y al escuchar las palabras del Cholo dirigidas al Comandante, le respondió:
—»Por economía, soldado. Al cocinero hubo que comprarle zapatos».
Entonces, el fino humorista, con aquel ingenio maravilloso que Dios le había regalado, y del cual hacía siempre derroche, cogió un «tizón» y escribió en un tabique de la casa que le servía de campamento a los revolucionarios, este verso:
«TANTA ARENA QUE HAY EN EL MAR, TANTO ASTRO EN EL FIRMAMENTO; EN CAMBIO EN EL CAMPAMENTO SE NOS QUITA DE ALMORZAR, PARA CALZAR A UN JUMENTO»…
Tomado del Anecdotario Nacional de Carlos Fernández Mora. Dibujante: Noé Solano V.
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