—»Es un artículo bravo contra los Tinoco; a ver si lo publica usted, don Luis».
Y sonrió suavemente Billo. Don Luis se revolvió inquieto en su sillón, saludó al poeta que se iba, y cuando éste había desaparecido de la redacción, leyó el terrible artículo contra el Gobierno y llamando a un cajista, lo dio a levantar.
Cerca de un mes estuvo Billo Zeledón, descontento y patriota, metido en el cepo. Y cuando se le sacó del inmundo lugar a donde se le había tenido, dio un suspiro de satisfacción. Es noble la protesta, pero es dulce la libertad. Respiró a pleno pulmón el aire matinal e iba a retirarse cuando se abrió la puerta de la Penitenciaría y con sorpresa vio salir a don Luis Cartín González. El noble periodista traía su rostro pálido y apurado de barba.
—»¿De dónde diablos sale usted, don Luis?».
—»DEL CEPO, COMO USTED, SEÑOR ZELEDON. ¿NO SABE QUE EL EDITOR ES RESPONSABLE POR LOS ARTICULOS DE SU PERIODICO?».
Y por un rato ambos periodistas permanecieron silenciosos, mientras algunos amigos se acercaban a saludarlos.