En su juventud, y cuando ejercía funciones de Juez, el Licenciado Jiménez Rojas, obligado por las quejas que constantemente llegaban a su oficina, de que los reclusos de la Cárcel de Varones recibían mal trato de los directores del penal, decidió una mañana visitarlo, sin darle ningún aviso a nadie.
Cuando hubo recorrido todos los pabellones; cuando se había podido dar cuenta cabal de que todo marchaba en orden y bien, siendo infundadas por supuesto las quejas, ya casi al salir, se le acercó a un preso que lo miraba con cara de fiera, y le dijo:
—»Y por qué está usted en la cárcel?»…
El preso, montando en cólera y dibujándosele en la cara un gesto de disgusto, le respondió al instante:
—»Ah, señor Juez… POROUE NO ME HE PODIDO ESCAPAR»…