En su tercera y última administración, don Ricardo estaba lustrándose los zapatos en su propio despacho, cuando de repente penetró un diplomático a quien el señor Presidente de la República distinguía con su aprecio y amistad, y al verlo en tan humilde tarea, se quedó absorto y exclamó:
—»¿Cómo? El gran don Ricardo se lustra los zapatos?»… Y el Primer Magistrado de la Nación, sonriente, repuso:
—»Sí, señor. Es preferible lustrárselos uno mismo, A TENER QUE LUSTRARSELOS A LOS DEMAS».
Tomado del Anecdotario Nacional de Carlos Fernández Mora. Dibujante: Noé Solano V.
Usado con permiso. Todos los derechos reservados.