Muy temprano de un día de Corpus Christi, don Braulio llegó a visitar a su gran amigo don Rafael Rodríguez, acaudalado finquero del Pacífico. Abre la puerta y sube las escaleras. Arriba estaba limpiando los pisos una sirvienta, y al notar la presencia del visitante, a quien no conocía y que había dejado las huellas de sus zapatos en los peldaños relucientes de la escalera, le dice:
—“Haga el favor de bajar señor, y mostrándole con el dedo índice de su mano derecha la aldaba de la puerta de entrada, le expresa: ¿Usted sabe señor para qué sirve eso?”.
El señor Carrillo, visiblemente sorprendido pero causándole gracia la ingenuidad de la sirvienta, baja las escaleras y toca la aldaba.
La muchacha, sintiéndose triunfadora de un deber doméstico bien cumplido, baja también y le dice a don Braulio:
—“¿Qué se le ofrece al señor?”.
— “Diga a don Rafael, que el señor Presidente de la República desea verlo”!…
Tomado del Anecdotario Nacional de Carlos Fernández Mora. Dibujos de Noé Solano. Usado con autorización.