El Diputado don Alfredo Saborío se empeñó tercamente en que la sesión fuera pública. Presidía esa tarde la sesión el recordado Doctor don Rafael Calderón Muñoz.
El Diputado Saborío pide la palabra para decir:
—“Tengo que presentar unas mociones en favor de hombres sin trabajo. Esto no es de presupuesto y debe tratarse en sesión pública».
El señor Presidente del Congreso le responde:
—“Señor Saborío: la Mesa ha dispuesto que la sesión sea secreta”.
Don Alfredo, con su garbosa oratoria, le replica:
—“La Mesa es un mueble detrás del cual se amparan las irresponsabilidades, pero yo me fundamento en el Reglamento” .
El señor Presidente, un poco airado, le contesta, dando un puñetazo en la mesa:
—»Pues yo le digo a usted que la sesión será secreta y no pública”.
El Diputado Saborío, también colérico, le responde:
—»Señor Presidente: a golpe de mesa, golpe de pupitre, le digo a usted que la sesión será pública”. Y levantándose de su asiento rápidamente, corre a la puerta de la izquierda y abre la primera barra la que se llena con doscientos hombres; después, cruza el recinto parlamentario y abre la otra puerta de la derecha entrando otros doscientos hombres, y parado en el centro del hemiciclo, frente al Directorio, le dice al Ujier Teodulo Castro que se encontraba parado detrás del mismo:
—“Teodulo: vaya a abrir las puertas de las barras de arriba para que entre el pueblo. La sesión será pública y no secreta”.
(El Doctor Calderón Muñoz, conciliador, acepta que la sesión continúe pública) .
Tomado del Anecdotario Nacional de Carlos Fernández Mora. Dibujos de Noé Solano. Usado con autorización.