Cuando este hombre ilustre se encontraba muy grave, casi en estado de agonía, el doctor don Daniel Núñez, su médico de cabecera, pretendía animarle diciéndole:
—Doctor Zambrana, su pulso es bueno; el corazón palpita normalmente; la calentura ha bajado mucho y casi no hay fiebre”.
Entonces, aquella figura gloriosa de las letras, que tanto prestigió a la República con su verbo y con su pluma, con una sonrisa casi a flor de labio, le dijo:
—“En una palabra, doctor, que me voy a morir con mi salud estupenda”…
Tomado del Anecdotario Nacional de Carlos Fernández Mora. Dibujos de Noé Solano. Usado con autorización.