Tenía el espíritu filosófico de Santo Tomás de Aquino.
En una de las acostumbradas conversaciones con los señores sacerdotes, en el Palacio Arzobispal, este hombre ilustre, enfocó maravillosamente la doctrina social cristiana, y después de explicarla serena y doctamente, manifestó, entre otras cosas, que todos estamos en la obligación de escuchar la queja de los menesterosos; que los afortunados deberían ser más comprensivos y humanitarios y tener más corazón. Que así, de esta manera, se podría salvar el mundo.
Y para terminar la interesante conversación, que a juicio de algunos de los señores sacerdotes, fué una de las más valiosas del Arzobispo desaparecido, con su dulce voz, dijo:
—“Señores sacerdotes: NO LE PODEMOS ENSEÑAR EL PADRENUESTRO A OUIEN TIENE HAMBRE”…
Tomado del Anecdotario Nacional de Carlos Fernández Mora. Dibujante: Noé Solano V.
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