Y se entabló el siguiente diálogo:
—“¿Es usted médico europeo?”.
—“Sí señor; belga, nada menos”.
—“¿De verdad?. ¿Cómo me lo probaría?”.
—»De manera fácil, señor mío; vea el título colgando en la pared firmado por notabilidades médicas de fama mundial”.
—“¡Es cierto, doctor!.
Cheto, como cariñosamente lo llamamos todos, bastante intrigado con las preguntas de su visitante, le dice:
—“¿Para qué deseaba usted saberlo?”.
Y el amigo, que de tonto no tenía un pelo, le responde:
—“Para cosa poca, estimado doctor. Gracias que me satisfizo. Ahora deme usted algo para el flato” …