Anecdotario Nacional

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MONSEÑOR Enrique Kern acostumbraba usar una barba muy poblada. Cuando llegó a cumplir los setenta años de edad, se le ocurrió afeitársela. Esta luenga barba que el ilustre prelado sabía llevar partida sobre sus anchos hombros, fue durante toda su vida de sacerdote su inseparable compañera.

Pocos días después visitó al distinguido sacerdote el Licenciado Gómez, quien al verlo sin la elegante barba, le dijo, muy asombrado:

—»¿Y qué pasó con sus barbas, Monseñor?”

Y el hombre que por muchos años fue Cura Párroco de la Iglesia de Alajuelita y más tarde Tesorero de la Curia Metropolitana, le responde al instante:

—“Pues me decidí a afeitármelas porque con tanta barba ¡parecía un viejo!”…

Tomado del Anecdotario Nacional de Carlos Fernández Mora. Dibujos de Noé Solano. Usado con autorización.

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