La ironía de este famoso investigador científico se hizo famosa y a él acudían los mejores redactores de los diarios a entrevistarlo cuando se presentaba un asunto o problema de gran interés para los costarricenses.
Un campesino de robusto aspecto fue en cierta oportunidad al Laboratorio del Hospital San Juan de Dios en busca del sabio Clorito. Quería consultarlo acerca de una dolencia que lo venía aquejando desde hacía mucho tiempo. Al preguntarle Clorito qué le sucedía, el paciente le respondió:
«Durante todo el día siento una hambre canina; por las noches estoy cansado como un burro; por las mañanas, cuando me levanto, soy incapaz de recordar nada como si tuviera el cerebro de un mosquito».
Clorita Picado miró fríamente al campesino que sin duda alguna pretendía tomarle el pelo, y luego, socarronamente, le respondió:
«Usted amigo a quien tiene que consultar es a un veterinario»…
Tomado del Anecdotario Nacional de Carlos Fernández Mora.
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