Hace algunos años, don José Fabio, hombre de ingenio y de aguda ironía, se vio obligado a recibir a un escritor teatral poco conocido del público, que se empeñaba en estrenar una obra y pedía al gran dramaturgo Garnier su valiosa opinión para publicarla en la prensa.
Sumiéndose en una profunda meditación, el Profesor Garnier no hallaba cómo decirle al novel escritor que su obra era pésima. En ese momento, el joven interrumpe las cavilaciones de don José Fabio para decirle:
«Mi obra es de una gran profundidad, y entre otras cosas, yo me precio de adivinar los pensamientos de los demás».
Y aquel recordado hombre de letras, gran educador y figura brillante en la literatura costarricense, fingiéndose un poco sobresaltado, le respondió:
«¡¡Caramba!!, ¿me dispensará usted, verdad?»…
Tomado del Anecdotario Nacional de Carlos Fernández Mora.
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