Nos contaba en cierta ocasión el propio Caldera, que el notable pintor holandés Aurelio Longaray, que estuvo de visita en nuestro país ejecutando varios retratos de distinguidas personalidades, en cuenta el del ilustre señor ex Presidente Jiménez Oreamuno, recibió de don Ricardo la siguiente carta:
«Sin ver el retrato, pienso que al ser obra suya, el retrato tiene que ser valioso; pero yo, retratos míos, no quiero ni verlos, y menos dejarlos en un edificio público. En 1910 dejé esta orden: «Queda prohibido colocar en las oficinas y establecimientos públicos el retrato del Presidente de la República en ejercicio del poder».
«Mal podría ahora borrar con el codo, lo que hice con la mano».
Tomado del Anecdotario Nacional de Carlos Fernández Mora.
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