Nos contaba uno de sus mejores amigos, que un grupo numeroso de costarricenses de todas las clases sociales y políticas del país, pensó en la candidatura presidencial del señor Facio y con tal motivo se reunieron para darle forma a la idea.
Un buen día fueron a visitarlo a su casa de habitación. Al encontrarse frente a frente con el señor Rector de la Universidad, uno de los concurrentes, designado por el grupo para ofrecerle la candidatura, trató de convencerlo, pero don Rodrigo se negaba rotundamente a aceptarla, alegando entre otras cosas, la de que se debía por entero a su Universidad, a la que tanto amaba.
Fue entonces cuando alguien del grupo le dijo al señor Facio:
—»Por lo visto don Rodrigo, la Universidad resulta ser para usted su esposa, tal el cariño que le profesa».
Y aquella figura joven, tan interesante, sereno, sin inmutarse y con una sonrisa a flor de labio, le respondió:
—»No mi amigo; mi esposa no es la Universidad sino Leda Fernández».