Don Fernando Muñoz, que desempeñaba en ese Gobierno el cargo de secretario particular, irrumpe al despacho para anunciarle al señor Presidente Jiménez una visita que con mucha anticipación había solicitado audiencia. Se trataba del hijo de uno de los mejores amigos y partidarios del señor Presidente de la República, recién fallecido y hombre adinerado. El objeto de la visita era pedirle a don Ricardo un puesto en las oficinas de la Aduana Central.
Don Buenaventura Casorla, la eminencia gris del señor Presidente, cuando el visitante se había retirado del despacho, le observó a don Ricardo, que le parecía raro que este muchacho le solicitara un puesto de poca monta. El señor Presidente Jiménez Oreamuno, volviéndose a sus amigos, les dijo:
—»Señores, hasta que se muere el arriero, se sabe de quién son las muías»…
Tomado del Anecdotario Nacional de Carlos Fernández Mora. Dibujantes: Noé Solano V., Alvaro García (Garlo) y Juan Manuel Sánchez. Usado con permiso. Todos los derechos reservados.