Escaló las más altas posiciones políticas y sociales valiéndose tan solo de sus grandes e indiscutibles méritos y capacidades. Fue un juez integérrimo.
Ejerciendo funciones de Diputado en la vecina República de Nicaragua, en una memorable y borrascosa sesión en la que se debatía un proyecto de ley de gran importancia, el Licenciado Pérez Zeledón, haciendo gala de sus grandes dotes oratorias, lo atacaba ardorosamente en forma sincera y valiente con sus argumentaciones de gran peso, uno de sus compañeros de Cámara que lo defendía, viéndose perdido, en un arranque colérico, le tiró una silla al Diputado Pérez Zeledón hiriéndole en la frente.
El gran parlamentario, sin inmutarse, sacó el pañuelo del bolsillo de su americana, limpiándose la sangre de su frente, y dirigiéndose a su compañero, le dijo:
—»Esta clase de argumentos no convencen, amigo»…