Don Ricardo Jiménez tenía como secretario particular al Licenciado don Fernando Muñoz que le servía el cargo eficientemente.
Una vez, después de haber asistido a una fiesta social en la que el licor había corrido a raudales, regresa a la Casa Presidencial conduciendo personalmente su automóvil, pero venía tan rápido, que casi embiste a un Inspector de Tránsito que milagrosamente logró hacerse a un lado para no morir.
La oposición al Gobierno, que lo era fuerte, denunció al Presidente Jiménez Oreamuno la falta cometida por su secretario y lo grave que resultaba para las personas que un empleado público de categoría irrespetara las leyes del tránsito.
El señor Presidente Jiménez, aquella figura patriarcal, para acallar las voces de sus enemigos, llamó a su despacho presidencial al Inspector del Tránsito, y después de haberlo escuchado con toda atención, le dice:
—»Indudablemente que vos naciste para torero y no para policía de tránsito»…
Tomado del Anecdotario Nacional de Carlos Fernández Mora. Dibujante: Noé Solano V.
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