Caía la tarde. Don Rafael hacía explicaciones y hablaba con entusiasmo de su obra, y el frío y el aire se iban colando sin que el señor Presidente de la República pareciera advertirlo.
Entre sus amigos se encontraba un médico, joven entonces, que no podía soportar ya el frío de esa tarde y que por eso se dirigió a don Rafael, diciéndole:
—»Señor Presidente; sería bueno bajar, porque le va a hacer daño este friecito»…
El señor Yglesias Castro, sonriendo le repuso:
—»Gracias, siempre es muy grato PONER DELANTE EL BENEFICIO DE LOS DEMAS».