Puntual, la Condesa de Pardo Bazán, tocaba a las puertas de la residencia del Marqués de Peralta. Un criado, al verla de pies a cabeza, con recelo, e intrigándole la rara indumentaria de la señora Condesa, y clavando su mirada en el sombrero adornado con ramos de frutas y plumas de ave, dijo:
—»Sírvase la señora tocar en la siguiente puerta». Un mayordomo se acerca al Marqués y le dice: —»Hay una persona rara esperando a usted en el «recibo» del servicio doméstico».
!!!Y la persona era la propia Condesa doña Emilia!!!… Don Manuel María, al verla sentada en una modesta silla, le dijo:
—»Señora Condesa, pido a usted por favor perdonar esta lamentable equivocación de mis empleados».
A todo esto, el Marqués de Peralta cambiaba de colores con una gran facilidad.
La Condesa de Pardo Bazán, dándose cuenta de lo que estaba sucediendo, replicó:
—»No se preocupe usted señor Marqués; LA CULPA LA TENGO YO POR VESTIRME DE ESTA MANERA».