ACHARA MIS CRESPOS
NOS dice hoy don Adán:«Uno de los tantos sustos que me he llevado en la vida y al cual atribuyo tener mi pelo ahora tan lacio, ya que antes tenía ondas y hasta rizos, vale la oportunidad de referírselos no para que se rían sino para que se espanten si a ustedes les hubiera ocurrido lo mismo. En aquellos tiempos añejos, en que las fiestas cívicas de San José tenían lugar en la Plaza González Víquez, se nos ocurrió a mi hermano Marcelino Acosta y a mí, ir a una corrida de toros, anunciada con bombos y platillos, bombetas y música alegre. Por tratarse del ANO NUEVO se «jugaba ganado MIURA y toreros españoles de cartel». Nosotros, cobardes para andar por el redondel, preferimos mirar de lejos la lidia, situándonos en un palco principal de la plaza. Nuestro padre, don Jesús A costa Cerdas, sin afición a esa clase de espectáculos, nunca nos llevó a los «toros» cuando éramos muchachos, ni tampoco nos permitió que fuéramos a los «juegos de pólvora». El primer toro, overo, con manchas y cachos al tiro, fue atado al bramadera y montado y, a fuerza de chuzo, soltó el cabestro y saltó sobre un pobre hombre que vimos lanzarlo a lo alto y caer manando sangre. Mi hermano y yo gritamos con asombro y espanto, al imaginarnos que aquel pobre viejo tan cruelmente embestido era nuestro padre. Tal era la semejanza, que nos pareció idéntico. Corrimos llenos de pavor, lo alzamos y llevándolo fuera de la barrera, lloramos amargamente; mas, al limpiarle el rostro, advertimos que no era don Jesús Acosta Cerdas… Entonces, cambió nuestro ánimo: gritamos y rompimos en carcajadas, arrodillados ante la semejanza que tanto nos hizo sufrir. Y entre risas y lágrimas, desde aquel tragicómico instante, se me paró definitivamente mi antaño crespa cabellera».
Tomado del Anecdotario del Lic. Adán Acosta V.