UN PROFUGO
ERA el año 1905. El Lic. don Adán Acosta Valverde ejercía el cargo de Juez Civil y del Crimen del Circuito Judicial_ de Santa Cruz, Carrillo y Nicoya, de la provincia de Guanacaste.El Juzgado lo había instalado don Adán en 1903, quedando las oficinas judiciales alojadas en una vetusta casa esquinera, frente a la plaza de la ciudad. La cárcel no presentaba seguridad alguna: era un cuarto de madera y teja de barro, incómodo, con dos bancas y un cepo.
El trabajo del Juzgado era abrumador: se habían recibido numerosos expedientes, cuya tramitación procedía del Juzgado de Liberia. En camino a Santa Cruz venían c1.e Liberia los reos presos, cuyas causes ya estaban en el Juzgado.
Como para estrenar Juez, ya se había cometido un grave delito en Porte Golpe, y el delincuente, llamado Nemesio, ya tenía auto de prisión y estaba capturado.
Nemesio vestía andrajos, por lo que don Adán sintió compasión del pobre preso y le regaló una camisa y un pantalón rayado, de uso suyo.
Pocos días después, hallándose el Juez Lic. Acosta y su Secretario don Reinaldo Jiménez Saborío, tomando un baño en el río Diriá, situado al oeste de la población y que los vecinos aprovechaban como balneario por sus aguas abundantes y limpias, el Secretario le gritó a don Adán:
-Allá va pasando el río un individuo con los pantalones que usted le regaló al reo Nemesio…
En seguida, don Adán salió del río y acercándose al sujeto, notó. con asombro que el hombre que llevaba sus pantalones era el propio Nemesio, que él tenía como prisionero.
Entonces Juez y Secretario le salieron al paso al fugitivo y lo obligaron a devolverse con ellos a la población. Nemesio, en tanto, se disculpaba, pidiendo perdón y alegando así:
-Vea señor Juez, es que yo no me «hallo a gusto» en la cárcel, y mucho menos en el cepo, pues aunque pegado tengo medio cepo a mi favor, el de abajo, el tablón, me aprieta las canillas…
A lo que don Adán, sonriendo y con compasiva jovialidad, repuso:
-No hombre, no le temás al cepo, que estando yo de Juez nunca se aplicará a nadie; el cepo era un instrumento de tortura con que los gobernantes déspotas y crueles atormentaban a sus enemigos; pero ya esas torturas pasaron a la historia, y los cepos irán siendo destruidos, quemados en las plazas públicas, con regocijo de la gente honrada; volvé a tu celda, Nemesio, y confiá en que nunca serás martirizado, y no volvás a pretender fugarte porque empeorás tu situación…
Tomado del Anecdotario del Lic. Adán Acosta V.