LOS IDIOMAS SE PARECEN
NUESTRO don Adán viajó a Europa con su hija María Cristina a visitar a su hijo don Alfonso, cuando éste estudiaba medicina en Bonn, Alemania.Fueron en un trasatlántico inglés, desde Limón. Al acercarse a Bristol, después de una navegación de dieciocho días, el frío era intenso, tres grados sobre cero, a principios de abril.
Don Adán iba vestido, como era de costumbre, con ropa de casimir, camiseta de algodón, calzoncillos de lienzo, cortos, sin lana que lo protegiera del frío europeo, como si estuviera en los Trópicos; tiritaba como un conejo. Al verlo una de las camareras del barco, le dijo: «Too could, mister Acosta», inglés que don Adán no comprendió bien, pues oyó otra cosa, y le contestó: «No señorita, el suyo tal vez». La camarera tampoco entendió el español de don Adán, porque riendo, le dijo: «All rigth».
El compañero de viaje, don Antonio Cervantes, distinguido gentleman, árbitro de la elegancia, con aquella su exquisita cultura, llamó a don Adán y le habló así: «La señorita camarera, en buen inglés le dijo a usted que hacía mucho frío; malentendió usted!» -«Si, hombre, creí que me decía la fea palabra «tu cul», y por cortesía quise bromear también».
Después, desembarcados los pasajeros en el puerto Bristol, una vez pasados los abrazos y los besos familiares con don Alfonso, siguió don Adán temblando de frío, y fueron a calentarse a un negocio cercano y, allí don Adán llamó a un salonero, y le dijo en inglés: «Vea, dígame: ustedes tienen almanaques de Bristol, o píldoras de Bristol?» El salonero contestó: «I don’t know that».
Tomado del Anecdotario del Lic. Adán Acosta V.