SUPLICA
Cuando Alfonso Acosta, único hijo de don Adán, se fue a estudiar a Alemania, se encontraban varias personas despidiéndolo a bordo de un barco holandés, el cual tardaría un mes para llegar a Europa y que estaría 18 días entre mar y cielo, sin tocar puerto alguno.
Don Adán hacía cucharas y casi soltaba ya el llanto.
El capitán, que hablaba español y era un hombre bueno, sintió compasión por don Adán y le dijo:
Comprendo su tristeza, señor; yo también tengo un hijo de la edad del suyo. Si algo puedo hacer por su muchacho, dígamelo y con gusto lo habré de complacer.
Don Adán, a pesar de su estado de ánimo, le dijo:
Bueno, capitán; hágame el favor y no me lo deje salir de noche …
Tomado del Anecdotario del Lic. Adán Acosta V.