Anecdotario Costarricense

Anecdotario

SEÑOR EMBAJADOR

EN el tercer Gobierno de don Pepe (1970-1974), se establecieron relaciones diplomáticas con la Unión Soviética. El embajador ruso fue Vladimir Kazimírov, que llegó a ser gran amigo de Figueres.

En una oportunidad Kazimírov invitó a don Pepe para que realizara un vuelo en un avión de Aeroflot, aerolínea soviética, que había enviado un sofisticado aparato a América como promoción de su tecnología.

Todos los países aceptaron la visita, excepto Estados Unidos. Personalmente el embajador invitó a don Pepe para que dar un paseo en el avión, pero el día antes de la fecha indicada tuvo que cancelar, diciendo que no podía cumplir con el compromiso, porque tenía que inaugurar un ferrocarril en Puntarenas. Entonces Kazimírov le ofreció hacer el viaje al puerto en el avión y la sorpresa fue que llegó con toda la familia.

Durante esa gira, aunque no tenía nada que ver con el asunto de la inauguración, don Pepe tomó al embajador del brazo y lo llevó junto con la comitiva. Primero inauguró la estación, y luego se dirigieron hacia una bodega que también iba a ser estrenada. En aquel tiempo hablar de «embajador» casi siempre era interpretado por la gente del pueblo como el representante estadounidense.

Estaban en medio acto cuando un señor pasado de tragos se acercó a don Pepe y lo tomó del hombro de su guayabera, más para sostenerse de su ebriedad que para saludarlo. Alguien se le acercó y le susurró al oído que era una barbaridad, que viera que ahí estaba hasta el señor embajador y que eso que él hacía era una vergüenza. Entonces el borrachito se acercó a Kazimírov, y lo tomó de la misma forma que lo había hecho con Figueres y exclamó a viva voz: «¡Qué alegría conocerlo! ¡Usted sabe que nosotros los ticos somos el aliado más fiel de Estados Unidos!».

La misma persona que lo había regañado antes le volvió a llamar la atención al señor sobre la «torta» que se había jalado, diciéndole que más bien era el embajador ruso.

Entonces el señor se volvió hacia el embajador y mientras lo abrazaba, decía: «¡Mejor todavía, ¿no ve que que yo soy muy amigo de Manuel Mora?!»…

Esa era una de las anécdotas favoritas de don Pepe, pues le parecía una muestra de la astucia del tico para arreglar las «tortas».

Tomado del Anecdotario del elespiritudel48.org

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