Anecdotario Costarricense

Anecdotario Costarricense

LOGICA

CON ocasión de los Días Santos me vino a la memoria una ocurrencia de mi buena madre, Mónica Valverde León, en la última Semana Santa de su existencia, en que Dios nos la prestó, para luego llevársela a su lado, porque su vida ejemplar merecía la Gloria Eterna en donde está. Sin ser fanática, fue católica ferviente. Fue la madre de los viejos Sotelas Valverde, mis hermanos, porque casó dos veces. Fue la abuela de Rogelio Sotela Bonilla, poeta insigne. Mi madrecita versificaba con gracia y bailaba: no extraña que don Rogelio, que es timbre de orgullo de sus parientes, fuera poeta por atavismo. Pero estoy saliéndome del cuento que quería contarles. Mis hermanos, los Sotelas, que no fueron muy santos que digamos, eran alegres, honorables, bien educados y muy bien relacionados, tenían un hermano divertido llamado José Antonio. Un Viernes Santo, se le ocurrió entrar a un garito (casa de juego clandestina), y fue tan torcido, que su mala suerte lo dejó salir sin reloj, sin chaleco, sin sombrero y sin centavos. Llegó a nuestra habitación, que era la de Toño también, y le contó a mi madre la desventura que lo dejó limpio. Mi madrecita, lamentando lo ocurrido, le dijo: «Mirá, hijito, eso te ha pasado por haber jugado a los dados; clandestinamente, nada menos que el Viernes Santo, día de recogimiento y oración, día de tristeza que conmueve a condolencia por el Santo Sacrificio de nuestro Redentor». A lo cual, Toño Sotela le contestó: «Pero mamacita, por Dios Santo, cómo se le ocurre reprenderme; acaso el tahur que me ganó y se llevó mis cosas, jugó el Domingo de Ramos o el día de la Resurrección?» Y nuestra madrecita exclamó: «Pobre hijito mío», y soltó la risa.

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