UNA ASPIRINA
DURANTE los primeros días del inicio de la Revolución de 1948, se libró en San Cristóbal Sur de Desamparados, uno de los más fieros combates. El pequeño contingente que comandaba don Pepe fue prácticamente barrido por las fuerzas que el gobierno de don Teodoro Picado había enviado para sofocar la rebelión. Don Pepe, en medio del desastre que se produjo, mantuvo la calma y buscó refugio en uno de esos grandes tubos de concreto que se emplean en la construcción de desagües principalmente, y que de casualidad se encontraban a la orilla de una calle en espera de ser usados. Junto a él se sentó un bravo muchacho desamparadeño, del famoso grupo de don Domingo García y don Carlos Gamboa. El muchacho, preso de lógico nerviosismo, fue afectado por un fuerte hipo.Don Pepe era consciente de que si era capturado se terminaría ahí el movimiento revolucionario. Preocupado por el ruido que pudiera provocar su compañero de armas, recurrió a una de sus inteligentes argucias y al nivel más bajo de voz que pudo, le dijo cerca del oído:
-Mire compañero, siempre ando con una pequeña pastilla y estoy decidido a tragármela en el momento en que seamos descubiertos. Pero como la Revolución me necesita, como su indiscutible jefe no me queda más camino que pedirle a usted que se sacrifique por la patria.
Acto seguido le entregó la pastilla. El valeroso muchacho, sin pensarlo mucho, se la tragó de un solo golpe, y de inmediato, como por arte de magia, el hipo desapareció.
De esta manera, no fue capturado el gran caudillo y la Revolución se salvó.
¡En realidad lo que le había dado era una simple aspirina!
El héroe desamparadeño, fallecido hace algunos años, se llamó Jorge Romero.
Anécdota de José Rafael Cordero Croceri
Tomado del Anecdotario del elespiritudel48.org