Anecdotario Costarricense

MEJOR EL OLVIDO

A ver, don Adán, (le dijimos ayer a nuestro viejo y particular amigo el licenciado don Adán Acosta Valverde), ya muchas personas nos reclaman la publicación de anécdotas suyas. Aunque no parece propicia la ocasión, ante la violenta conmoción sufrida en estos días, cuéntenos algo consolador …

A lo que repuso don Adán:

-Es verdad, tristes como estamos, consternados ante el dolor ajeno, que no tiene consuelo ni hay alivio que lo amortigüe, no está sobrando que yo les refiera algo familiar, pero verídico: mi hermano Nicomedes Sotela Valverde, que fue un hombre de bien, afectuoso, socialmente apreciado, que por muchos años tuvo a su cargo la impresión de La Gaceta o Diario Oficial, y el Boletín Judicial, en la Imprenta Nacional, fue padre de una numerosa familia, de la cual sobreviven algunas hijas e hijos, muy honorables, para orgullo mío. Mi pobre hermano Meyes, que así lo llamábamos familiarmente, sufrió una época aciaga, perseguido por una cruel enfermedad que consumió la existencia de su magnífica esposa y la vida de dos de sus hijas solteras, seguidamente. Meyes lloraba con desesperación la pérdida de sv esposa e hijas, que tanto amó, y ante los numerosos amigo que lo visitaban manifestándole condolencia, una buena se ñora, vecina suya, muy religiosa, le dijo: «Mire don Meyes tenga resignación, es que Dios se acuerda mucho de usted’ y mi inconsolable hermano le contestó: «Vea, señora, dígamele a su Dios, que no se acuerde tanto de mí, porque mi va a dejar sin familia». Pero sin duda la señora del pésame no pudo dar el recado, ya que, a los días, el maquinista de la Northern, Vicente Sotela Estrada, hijo predilecto del afligido Meyes, viniendo con su tren de Limón, murió funestamente al recibir un tiro de escopeta, disparado por imprudencia ajena. Cuando el infortunio sobreviene, el tuerce implacable, solamente puede prevenirse metiéndole el hombro y conformándose.

Tomado del Anecdotario del Lic. Adán Acosta V.