Análisis político, comentario político y las primeras acciones del gobierno

Ocean Castillo Loria

Rodrigo Chaves Robles

Durante 8 años de gobiernos del PAC, algunos administradores de páginas en la red social de Facebook y en otros espacios de publicación, fueron críticos de esos gobiernos, utilizando algunos instrumentos básicos de investigación.

De ese modo, cubrían la subjetividad y emocionalismo de sus críticas y engañaban a su audiencia, haciéndoles creer que analizaban la realidad. Es decir, hacían pasar su comentario político, cual si fuera análisis político.

El asunto es, que ahora que gobierna el PPSD, les ha ganado esa emoción y esa subjetividad, y han salido corriendo a alabar las primeras acciones del gobierno, envestidos de su visión ideológica, dejando de lado la sana crítica y el equilibrio.

¿Cuál es el problema?: que han perdido la moral para criticar cuando desde su punto de vista, deban hacerlo… y muchas de estas personas, escribían y pregonaban: «han ofrecido comprarnos, pero como estamos a favor del pueblo, hemos rechazado las ofertas».

En el momento presente, ellos son «tontos útiles», quizás se han vendido ya, sin cobrar un cinco, o peor (y perdón por el coloquialismo): «se han bajado los pantalones», quedando desnudos ante la opinión pública y la opinión publicada.

Por ahora, alguna de su audiencia los sigue aplaudiendo: otros, ya van abriendo los ojos…

De nuestra parte, reivindicamos el análisis político como instrumento para la minimización de las emociones y la subjetividad…

Se debe profundizar sobre las causas de lo que pasa, se debe comprender el conflicto de intereses (No simplemente sumarse de forma precipitada y loca a uno de los bloques en pugna); se debe reflexionar críticamente sobre la práctica política, y se deben ver las consecuencias más allá de lo inmediato.

Desde esa perspectiva, nos alegra muchísimo que las Ciencias Políticas, nos sigan dando herramientas para la comprensión de la situación en la que se desarrolla la práctica política.

Nos alegra el poder expresar, que seguimos haciendo análisis y práctica política, para transformar y no para dominar: desde esta opción, llamamos a los colegas a concretar el postulado de que: no existe práctica política transformadora, sin teorías y sin análisis político.

Es decir: no hay solo praxis, hay teoría; no solo hay teoría, hay praxis… En este marco: no es la praxis, ni la teoría, fruto de una «iluminación» (Sabiduría infusa), individual, o de un pragmatismo sin sentido.

Por ello, somos opositores y combatimos uno de los que consideramos los principales defectos del gremio de analistas políticos: el ego, el «lo dije yo primero», lo que hemos bautizado como el «síndrome de ‘Topo Gigio'», refiriendo a este personaje del quizás, ya lejano pasado.

Este «síndrome», tal vez, les ha servido a algunos colegas para venderse como los «genios que no son», pero le hace un inmenso daño a la Ciencia Política costarricense…

Ahora bien, volviendo a los comentaristas políticos, ellos por lo general no saben que la base de un verdadero análisis, no es la subjetividad, no son las emociones, no es ni siquiera la ideología personal.

La verdadera base es: la selección de la información, la escogencia de las teorías y categorías de análisis y la descomposición de la correlación de actores y eventos políticos, conforme a las teorías y categorías de análisis antes escogidos.

En este punto es clave el conocimiento de la historia, de los ciclos, de las etapas del devenir nacional e internacional (aquí puede caerse en una especie de «desviación politicista», a saber: «analizamos coyunturas en el corto y mediano plazo, pero el largo plazo corresponde a los historiadores»)

Con esto claro, deben abordarse: acontecimientos, escenarios, actores, relaciones de fuerza, articulación con el sistema político…

Valga decir, que los acontecimientos son hechos y no interpretaciones de los hechos, hechos que deben ser analizados desde las categorías y las teorías y no, desde mis emociones o ideología personal.

Entre tanto, los escenarios, son los espacios en los que circulan los actores y las tramas de los acontecimientos. Inclusive, es en la esfera de los escenarios, en donde se pueden presentar hipótesis «de lo que puede suceder».

Cabe expresar, que, en este momento, muchos colegas caen en la trampa académica de subrayar el «deber ser» de la realidad política, minimizando el «ser» de esa realidad, con lo que se corre el peligro de no retroalimentar las categorías de análisis, con los cambios en la cultura política del país.

Es en esta etapa del análisis y del abordaje de los escenarios, que no puede olvidarse, aquel postulado de la Ciencia Política francesa (Duverger): la política tiene dos caras: la integración y el conflicto.

No se puede subrayar solo la integración… no se puede subrayar solo el conflicto…

Tampoco podemos olvidar (y lo hacemos mucho); el peso de los poderes fácticos, aquellos que logran mando político, sin haber pasado por las urnas en democracia…

Para todo esto es útil también el análisis dialéctico, que genera un círculo (podríamos decir: un círculo hermenéutico) entre: realidad política, disputa de intereses, decisiones políticas y hechos políticos.

De allí, puede surgir lo que, relativamente recién se denomina: «análisis comprometido», es decir, un espacio no beneficioso en el que puede entrar la ideología personal del analista.

Esto está sucediendo con colegas que son partidarios del llamado: «marxismo cultural», «el neoliberalismo progresista» o el «mero economicismo»…

Creemos que, para evitar esta desviación hay dos caminos: el primero, el sincerarnos en cuanto a las teorías y categorías que vamos a utilizar para el análisis y el otro, el dejar claro el imperativo ético que hemos asumido para analizar: el dominar o el transformar la realidad.

Humildemente, unimos a lo expuesto, algo que nos ha resultado muy útil en nuestra práctica: la eclecticidad (Portantiero): el uso de diversas teorías y categorías, que minimicen más la subjetividad ideológica.

En resumen: pueden verse las claras diferencias entre el análisis político y el mero comentario político, que es subjetivo, emocional y que afecta las opiniones, de una audiencia sedienta de criterios objetivos y científicos para cambiar su realidad política, económica y social.

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