Octubre 6, 2023
Por Mario Osava
RÍO DE JANEIRO – Los paisajes son apocalípticos. Ríos exuberantes reducidos a hilos de agua y sus cauces desnudados como playas inmensas, donde a veces “aparcan” embarcaciones variadas, incluso las grandes, de tres o más pisos, típicas del transporte de pasajeros en la Amazonia de Brasil.
“El río se volvió igarapé”, resumió Yolaide Gonçalves, una lideresa del pueblo indígena tikuna, asentado en São Paulo de Olivença, un municipio de 33 000 habitantes en el oeste del estado brasileño del Amazonas, cerca de la frontera con Colombia y Perú.
Igarapé, una palabra indígena de uso común en la Amazonia, significa el “camino de la canoa” y designa un arroyo o brazo de río, que son cursos de agua relativamente pequeños en la región amazónica, en el norte brasileño.
Tikuna era el pueblo indígena más numeroso de Brasil, según el censo nacional de 2010, con 46 100 miembros. Pero los datos se alteraron mucho en el censo de 2022, que identificó un total de 1,69 millones de indígenas brasileños, 88,8 % más que en 2010 y 0,83 % de la población nacional de 203 millones. Aún no se conocen datos detallados de los 266 pueblos originarios identificados en el nuevo censo.
“Es la peor sequía que he vivido desde mi infancia. Nunca murieron tantos peces como ahora en las sequías anteriores”, destacó Gonçalves, de 39 años, a IPS este viernes 6 desde Tabatinga, donde participaba en una reunión de líderes indígenas y ribereños para acordar acciones que mitiguen el actual desastre climático y social en sus poblaciones.
La novedad y muestra de la letalidad de esta sequía es la mortandad de delfines, un símbolo de la Amazonia. Más de 120 de esos cetáceos aparecieron muertos, la mayoría en el lago Tefé, cuyas aguas bajaron mucho y se calentaron, en de la cuenca del río Solimões, un nombre que recibe en su tramo medio el Amazonas en Brasil.
Pero en términos hidrológicos, esa sequía es hasta ahora “similar a la de 2010”, aunque resulte más visible por afectar grandes ciudades, como Manaus, la capital del estado de Amazonas, evaluó Naziano Filizola, profesor de la Universidad Federal del Amazonas con doctorado en hidrología y geología.
“En los últimos 20 años ocurrieron en la Amazonia eventos extremos con más intensidad y mayor frecuencia que en todo el siglo XX, es un hecho sin lugar a dudas”: Naziano Filizola.
Los efectos son “asustadores”, debido a que “la coincidencia de varios factores en el mismo periodo de tiempo, originan los eventos extremos”. Esta vez se adelantó el estiaje amazónico, que suele ser más intenso de septiembre a noviembre, con el fenómeno El Niño también “fuera del tiempo normal” y el avance del cambio climático, explicó en entrevista con IPS desde Manaus.
Repetición más rápida
Además “en los últimos 20 años ocurrieron en la Amazonia eventos extremos con más intensidad y mayor frecuencia que en todo el siglo XX, es un hecho sin lugar a dudas”, acotó.
La llamada Amazonia Legal brasileña, que engloba a ocho estados y 38 millones de habitantes, sufrió sequías severas en 2005, 2010 y 2015. El calentamiento del océano Atlántico Tropical Norte fue un factor común en las tres ocasiones y El Niño, que calienta las aguas del Pacífico ecuatorial, en las dos últimas. Ahora se repite la asociación de esos dos fenómenos.
Las sequías se alternan con años de lluvias extremas, como en 2017, cuando el río Juruá, un afluente del Solimões en su tramo central, antes de pasar a llamarse Amazonas, registró su mayor crecida. Hubo municipios en sus orillas que tuvieron 90 % del territorio bajo el agua, casi todos vividos en la Amazonia, recordó el profesor de 56 años.
“Pero las sequías son más catastróficas que las inundaciones”, razonó Filizola, al amenazar toda la población de sed y hambre, además de dejar muchas comunidades aisladas en una región donde muchos asentamientos dependen del transporte fluvial. Además afecta las mentes de una población acostumbrada a la abundancia hídrica.
Pérdidas variadas
La gran mortandad de peces afecta la alimentación de una población que tiene en el pescado su principal fuente de proteína. El futuro suena peor, ya que la sequía reduce drásticamente la reproducción de la fauna acuática.
“En las aldeas tikunas se acabó el agua para beber”, señaló Gonçalves. Menos mal, dijo, que la Secretaria Nacional de Salud Indígena distribuyó tanques de 500 y 1000 litros a cada familia, lo que permitió acopiar el agua de la poca lluvia que cayó esa semana. Pero medidas como estas no pasan de ser “un pequeño alivio”, remarcó.
Ahora se busca perforar pozos artesianos para asegurar el agua potable si esta sequía se prolonga más allá de diciembre, cuando inicia la estación lluviosa en la Amazonia, y también para el futuro.
“La sequía en São Paulo de Olivença empezó en agosto y se agravó desde entonces. Los peces mueren por falta de agua y también porque el agua se calentó mucho. En tierra firme los animales también están muriendo sin agua y por el calor.
La caída del caudal en los ríos dificulta el transporte fluvial, el más usado en el estado del Amazonas. Un viaje de São Paulo de Olivença a Manaus, una distancia de 1360 kilómetros, se hacía en tres o cuatro días, ahora exige dos semanas, según la lideresa indígena.
Para Joed Pereira de Melo, campesino de 40 años, las crecidas extremas de los ríos son peores para los agricultores de tierra inundables. “La pérdida es total”, se lamentó.
En Iranduba, donde siempre vivió Melo, esos productores son la mayoría entre los cerca de 6000 agricultores del municipio de 49 000 habitantes. La actividad es atractiva porque abastece a la vecina Manaus, la mayor ciudad amazónica, con 2,06 millones de habitantes, separada solo por el río Negro, obstáculo superado desde 2011 por un puente de 3595 metros.
Melo escapa a los peores daños de la sequía porque posee dos hectáreas en tierra firme donde un pozo le permite irrigar sus hortalizas y las siembras de frijoles y mandioca (yuca). Pero también sufre graves pérdidas, por la alta temperatura, que alcanza 42 grados centígrados en su finca.
Además tiene también 0,8 hectáreas en tierras inundables, done solo podrá sembrar cuando vuelvan las lluvias. La escasez de alimentos se acentuará en los próximos meses, hasta ahora se cosechó lo sembrado en el inicio de la sequía, hace tres meses, cuando el suelo en las orillas de los ríos aún se mantenía húmedo.
La producción agroecológica que practica también le ayuda a resistir mejor las sequías, al considerar todo el ecosistema, no solo la agricultura en sí misma, sostuvo Melo a IPS desde Iranduba.
Agravantes
Un problema adicional, por ejemplo, es la sedimentación que es muy intensa en los ríos amazónicos, especialmente el Solimões, donde se siente más duramente la sequía actual, matizó el agricultor.
Las tierras caídas, un fenómeno de derrumbes de las orillas de tierras por la erosión que suele ocurrir durante las sequías, contribuyen a esa sedimentación, observó Eder Mileno, profesor de posgrado en geografía de la Universidad Federal de Pará, en Belém, otra gran capital, de 1,3 millones de habitantes, en la entrada oriental de la Amazonia, la más cercana al océano Atlántico.
El derrumbe de un barranco en el río Purus, afluente del Solimões, provocó la muerte de dos personas y provocó el desalojo y la pérdida de sus viviendas a otras 200, el 30 de septiembre, por ejemplo.
Los eventos climáticos “que estamos viviendo pueden alterar de forma permanente las dinámicas de los ríos”, que son afectadas por actividades meteorológicas distintas, así como por las humanas, explicó a IPS desde Belém.
“La actual sequía amazónica se distingue de las anteriores por la mayor influencia del hombre en el clima global, intensificando los eventos extremos y su repetición”, señaló.
La sequía actual puede debilitarse próximamente por la influencia de la Zona de Convergencia Intertropical, un sistema meteorológico que hace llover en la Amazonia al juntar vientos húmedos de los hemisferios Norte y Sur, espera el geógrafo.
Este año la sequía, que ocurre de formas e intensidades distintas en partes de la Amazonia, empezó en el oeste y avanza hacia el este, afectando hasta ahora principalmente los afluentes de la orilla sur del Amazonas, en general con nacientes en Perú y Bolivia, destacó el profesor Filizola.
En São Paulo de Olivença, en oeste del estado de Amazonas, inició en agosto, corroboró Gonçalves, la lideresa tikuna.
Luego pasó a afectar a los ríos Juruá, Purus y Madeira. En este último el caudal reducido llevó la central hidroeléctrica Santo Antônio a suspender su generación el 2 de septiembre. La ausencia temporal de sus 3568 megavatios de potencia afectan el sistema eléctrico nacional, con una capacidad total de 190 gigavatios.
El avance de la sequía extrema alcanzó ahora el río Tapajós, ya en el estado de Pará. Si prosigue será la vez del rio Xingu donde se instaló la segunda mayor central hidroeléctrica americana, Belo Monte, con 11 233 megavatios de potencia.
ED: EG