Gustavo Elizondo Fallas
Por muchos años, influido por el pensamiento de mi papá y consciente de la inoperancia del Estado, producto de una Constitución que no pudo absorber las ideas frescas de don Pepe y los socialdemócratas, sucumbiendo en una Constituyente, la del 49, donde hubo un claro dominio de diputados conservadores elegidos por el Partido Unión Nacional, levanté junto con otros distinguidos ciudadanos el estandarte de convocar a una Asamblea Constituyente y apoyé desde mi humilde trinchera al grupo encabezado por Alex Solís que respaldó la solicitud ante el Tribunal Supremo de Elecciones para iniciar el proceso; no obstante el TSE le dio una estocada a la iniciativa al restringir la participación únicamente a partidos políticos, dejando a la sociedad civil sin participación. Aunado a esta desatinada decisión, existen elementos que cambian radicalmente nuestra perspectiva.
Los últimos acontecimientos políticos que inician con la elección de 14 diputados fundamentalistas con el único antecedente de provenir de cultos cristianos, la incorporación de otros grupos minoritarios como el PIN y el Republicano Calderonista, el primero alrededor de la figura mediática populista de Juan Diego Castro y el segundo, como un intento de limpiar el nombre del ex presidente Calderón; al final lo que hicieron, fue llevar a varios diputados de pensamiento conservador quienes unidos con los neo pentecostales se convirtieron en un bloque de pensamiento salido de las catacumbas de la Edad Media. Lo que no esperábamos es que la fracción del PUSC, quienes en algún momento dieron la impresión de ser una bocanada de aire fresco que ayudaría a levantar el partido hundido los expresidentes, se alinearan a este bloque, sin considerar que ya estamos en el siglo XXI y que con esa línea de pensamiento nunca podrán aglutinar a la mayoría de la sociedad costarricense, compuesta en un gran porcentaje por nuevas generaciones que demandan el rompimiento de paradigmas y respuestas acordes a los nuevos tiempos. La fracción del PLN, la de mayor número de diputados, parece dar muestras de prudencia y se aparta de la línea conservadora, asumiendo un rol renovador en contraposición de su alta dirigencia que sigue dando palos de ciego sin encontrar el camino de la renovación tan necesaria en el partido de mayor gloria en la historia del país, por lo menos hasta el momento que fue tomado por grupos poderosos quienes le torcieron el rumbo.
A lo que se quiere llegar, luego de esta “zambumbia” política, es concluir que el ambiente político actual, con el riesgo que bajo la égida de los actuales partidos políticos, una Asamblea Constituyente se conforme en una estructura similar al actual Congreso, pensar en una Constituyente es un verdadero suicidio, con el riesgo que al final de cuentas, los grupos conservadores nos lleven a una Carta Magna parecida al Pacto de Concordia o a la Ley de Bases y Garantías de don Braulio Carrillo; solo imagínense a estos grupos “manoseando” el capítulo de Garantías Individuales, pisoteando los avances que en este campo se han dado, la mayoría de veces a la luz de resoluciones de Tribunales Internacionales, como el caso del matrimonio igualitario o la fecundación in vitro, ni se diga con la aspiración de la mayoría del pueblo costarricense y del mismo Vaticano de contar con un Estado Laico.
Así las cosas, mejor “arrollar los petates” y esperar una mejor ocasión donde el TSE entienda que una decisión tan trascendental como los es una Constituyente, no puede dejarse exclusivamente en manos de los Partidos Políticos, quienes han demostrado su ineptitud a la hora de escoger a sus representantes.
– Msc Gerencia Social