Victoria E. Díaz
Me he preguntado mucho cómo – y si debería – escribir este mensaje. ¿Por qué no debería? Porque dejé de vivir en Costa Rica hace casi 22 años, así que no puedo afirmar que me he mantenido al tanto de la política, economía o desarrollo del país de manera profunda. No es que me haya desligado completamente: mis padres, mis suegros, mis cuñadas, mis sobrinos, mis primos, mis tíos – un sinnúmero de familia extendida – así como algunos de los amigos más queridos, viven allá. Y no tengo oportunidad de verlos todo el tiempo, y quizás no me puedo tomar el café de la tarde o el almuerzo de domingo tan a menudo como quisiera. Pero cuando pienso en casa, mi mente me sigue llevando a aquel pedazo de tierra en Los Sitios de Moravia, el oasis que mi papá construyó para que nosotros creciéramos en ese hermoso país verde y lleno de vida. A pesar de que esa sigue siendo “casa”, en mi vida escogí formar mi hogar en otro país, con otro idioma, con otras costumbres. Pero nos trajimos un pedacito de casa con nosotros. Aquí hablamos español y decimos “y diay?”, todos los días pierdo algún “chunche” y no hay persona que nos haya conocido afuera – y que se diga amigo – que no haya probado un gallo pinto o un tamal de maíz, y ojalá una tortilla de queso.
¿Por qué esta larga introducción? Porque me preocupa que dar mi opinión sea percibido como alguien de afuera, que no entiende el país, que no ha vivido su realidad. Debo admitir, eso tiene algo de verdad. Pero por otro lado, sigo siendo costarricense, y en esa tierra viven muchos miembros de mi familia y amigos, a los que quiero con toda el alma. Espero, para ese país que me dio la vida y me lanzó al mundo, nada más que lo mejor. Para los que viven allá, las mejores oportunidades, y para mis hijos, que tienen dos nacionalidades, que no pierdan el orgullo de ser también costarricenses y de querer pasar periodos extendidos en nuestra otra casa.
Así, desde la distancia, en estas elecciones nos involucramos como pudimos. Voluntarios de una mesa, vivimos la alegría de un día de ilusión, con decenas de costarricenses llegando a poner su grano de arena desde el extranjero. Y así, a la distancia, el 1ro de abril estaremos nuevamente colaborando. Me gustaría afirmar que estoy esperando el 1ro de abril con ilusión y esperanza, pero más bien me siento abrumada. Veo las noticias, sigo los debates, escucho los intercambios de palabras en los medios sociales, y no reconozco a mi país. No reconozco los valores con los que fui educada. Yo crecí en una casa progresista, donde todos éramos iguales y se defendían a las minorías. También crecí en una casa donde la educación era fundamental, donde el debate político empezó en la mesa del desayuno desde que tengo memoria, donde la educación cívica era parte del pan de cada día.
Imaginarme un país donde no se protejan a las minorías me parece inconcebible. Imaginarme un país donde se reduzcan las libertades me parece espeluznante. Imaginarme un país donde le demos lugar a grupos económicos de poder o grupos religiosos para que intenten aprovecharse de esta ocasión no hace más que denotar un oportunismo que debería asustarnos a todos. A todos. De acuerdo que el crecimiento del Estado ha sido desenfrenado en los últimos años, pero no olvidemos que es ese mismo Estado, esa administración pública la que logró un país donde cada pueblo tenía un teléfono y electricidad, donde la tasa de alfabetismo era envidiable, donde se tenía acceso a la banca para que se desarrollaran las pequeñas empresas. De acuerdo que los sindicatos tienen mucho poder, pero no olvidemos que los sindicatos tuvieron razón de ser, que gracias a ellos se defendieron a los que tenían que defenderse. Mamita Yunai fue escrito hace casi 80 años, pero representa el país que gracias a gobiernos progresistas, que tomaron responsabilidad del bienestar de todos, no tenemos. No se trata de ser anti- o pro-sindicalista. Se trata de revisar su razón de ser y el rol que deben cumplir. De acuerdo que tenemos problemas con el empleo, pero ¿cómo es posible que se considere como opción atacar a las universidades, donde formamos individuos completos, con espíritu crítico y curiosidad para aprender?
Yo vivo ahora en un país progresista, y por eso soy optimista. Optimista de que se puede tener una administración pública que cumpla responsablemente con su rol, y que permita la igualdad de oportunidades con educación y salud pública. Con un sistema tributario sólido. Donde cada miembro de la sociedad está dispuesto a pagar su parte. Y en este país progresista, también soy empresaria. Tengo mi propio negocio que paga sus impuestos y hace su parte para que la distribución de ingreso permita el desarrollo de todos los ciudadanos.
También se puede en Costa Rica. Pero que no nos confundan los nublados del día que sugieren que un partido sin plan y con limitada formación puede sacarnos adelante. Que estos nublados no escondan el peligro para la democracia de entregarle el país a un grupo afianzado en la religión y en una religión controladora y excluyente. Los siguientes cuatro años serán muy difíciles, independientemente del que gane. Pero tenemos una oportunidad de escoger un candidato con ideas sólidas, con equipo formado, transparente y que no cambia de idea cada 5 minutos. Tenemos la oportunidad de trabajar todos juntos para que Costa Rica siga siendo ese lugar del que nos sentimos orgullosos. Por favor, piensen bien en su voto.
En mi caso, mi voto es por el PAC. Me rehúso a entregarle el país a una persona tan poco preparada, y al que algunos cuantos piensan que pueden manipular.
Por la democracia, por el progreso y por la libertad, por el legado a nuestros hijos, por el país, por favor, piensen muy bien su voto.
Economista, administradora pública y empresaria