Carlos Valverde
Luego de leer el famoso programa 2.0 de Restauración Nacional, quedo en extremo preocupado. Si antes veía signos peligrosos, ahora me suenan todas las alarmas.
El programa atenta contra el sistema de vida democrático basado en la libertad de pensamiento y de actuación. No puedo aprobar eso, pues va contra la esencia misma del sistema político costarricense.
Vivo y soy parte de la empresa privada. Nada me gustaría más que un país sin tanta traba, dirigido al desarrollo y con clara conciencia de sus posibilidades, en el que nadie se aproveche indebidamente de prebendas y actos surgidos de la corrupción.
Pero cambiar mi libertad por la promesa de cierta libertad económica, sin contenido, en la esperanza de que algunas personas que conozco “tal vez” estén a cargo, es sin duda para mí una apuesta ingenua y en extremo peligrosa.
Restauración Nacional promete libertad económica (ya la hay), a cambio, entre otras cosas, de: un canon moral “apropiado” en la vida privada, que refleje la ética cristiana; una educación basada en “valores estrictos” de religión y familia tradicional; y, la formación de funcionarios públicos “probos”, con posibilidad de denuncias anónimas contra quienes se salgan del canasto ético que sus líderes promueven.
El enfoque es religioso y, si se quiere ver de un modo menos fuerte (pero aun grave), es ideológico.
Desafortunadamente, nada me parece exagerado cuando el que juzga y ejecuta este tipo de temas es un fanático.
Obviamente, no será un tema del día uno, pero ya se ha visto aplicado en otras partes no tan lejos de casa: el proceso usual es ganar confianza, hacer ciertos nombramientos útiles (magistrados, jueces y otros funcionarios), para ir cimentando las bases de un control eficiente.
Lo demás viene por añadidura: se generan favores económicos a grupos relevantes, para que éstos apoyen o -al menos- no critiquen, mientras los dirigentes se hacen poco a poco con la totalidad del poder.
Al final, esos dirigentes terminan imponiendo sus reglas ante una sociedad dormida, desorganizada e impotente, comiéndose el mandado completo.
Es el funcionamiento típico de un gobierno que busca instaurarse como totalitario, sobre la base de un proyecto ideológico, político o económico.
En este caso, la motivación es de orden religioso y también económica.
Los ejemplos en Latinoamérica -con diversas motivaciones- son muchos, tanto a la izquierda como a la derecha.
No es locura o paranoia; ¡es el mapa que se puede leer entre líneas!
No me gusta el PAC, lo he dicho muchas veces, pero lo prefiero mil veces a este rejuntado de fanáticos y empresarios, que no tiene más solidez que la de un vaso de agua.
Sé que me granjearé criticas -y tal vez la mala voluntad- de alguna gente que quiero y respeto, pero no puedo morderme la lengua ante lo que veo como un peligro inminente para la sociedad democrática que me vio nacer y en la cual me desenvuelvo: una sociedad que ha sido (y aún es) orgullo del mundo como faro de libertad y democracia.
Debemos ser muy cuidadosos el domingo. El voto es nuestra arma más poderosa para evitar estos peligros. Luego es tarde.