La Patrulla Internacional de Bares: Paraíso Balear (Can Terra)

Especial para Cambio Político

SEMPER COMPOTATIUM

Y LLEGÓ… LA PATRULLA DE BARES

Al rescate de la más noble de las tradiciones culinarias costarricenses: la boca

Enemigo mortal del karaoke y los bares de pipicillos

Patrulla de Bares Misión: Can Terra
Dónde: Ibiza y Mallorca, España (ver mapa)

La Patrulla Internacional de Bares:  Paraíso Balear (Can Terra)

Después de su último periplo a Cortes, este Cronista decidió darse unas cortas vacaciones y abordó una nao en aguas mediterráneas para dirigirse a la afamada Ibiza. Allí de manera discreta decidió apartarse de sus glorias caballerescas y disfrutar anónimamente de los encantos de la comarca como cualquier cristiano, sin sujetarse a las solemnidades de su hidalga condición.

Luego de recorrer la Dalt Vila (Ciudad Alta) y admirar sus fortalezas y templos, paseando al mediodía por la avinguda d’Ignasi Wallis en el número 14 vio una inusual multitud. Sabido es que los catalanes respetan de manera consuetudinaria el almuerzo y su consiguiente siesta, razón por la cual a esa hora en sus villas no suele verse ni un alma por la calle. Así que la insólita concentración sólo podía significar una cosa: un buen bar y para ser más específico, buenas tapas.

 
No equivocóse el juicio de este Cronista, apenas entró al mesón de nombre Can Terra (can es una palabra catalana para denominar un lugar que se considera como la casa) y se abrió paso entre la muchedumbre, vio el celestial panorama de una barra llena de pinchos, o sea rebanadas de pan coronados de múltiples delicias. La ventura quiso que quedase un único espacio en la barra, en donde se pudo saborear, como en todo buen bar español, una “caña” (vaso pequeño de cerveza de barril) y así saciar la sed producida por la amplia caminata. Aunque luego de observar con mayor detenimiento, la segunda dosis etílica más bien fue una copa de buen vino, de la cual hay una gran variedad y se venden a precios ridículamente baratos, un buen tinto de Rioja o Ribera del Duero se consigue en menos de mil colones. Pero la placentera incursión pronto tornóse en tortura, porque a pesar de la abundante diversidad de viandas a disposición, continuamente salían de la cocina amplias bandejas llenas de nuevas variedades, por lo que pronto hubo que renunciar a una degustación exhaustiva. Vana y fútil sería la tarea de describirlas, sobre todo porque cada pincho posee una media de cinco ingredientes, por ello mejor se acompaña a la presente crónica de unos grabados en donde se pueden apreciar en todo su esplendor. Siguiendo además con la mención a los bajos precios, los pinchos salen a 1,60 euros, o sea mil colones al tipo de cambio actual y no hay necesidad de ordenarlos, simplemente se cogen porque el sentido de la honradez de los lugareños hace que la gente conserve los palillos y declare su consumición completa al momento de pagar la cuenta. Para más tragedia del Cronista, su disponibilidad de tiempo era limitada y hubo de abandonar en breve el paradisíaco lugar para proseguir con su ardua labor de viajero.

Pero a todo justo le llega su recompensa, al día siguiente el afán aventurero del Cronista lo impulsó a seguir recorriendo otras ínsulas, por lo que dirigióse a la vecina Palma de Mallorca en donde por supuesto, además de las labores turísticas de rigor había que dedicarse a más incursiones gastronómicas. Luego de preguntar referencias encaminóse a una zona de gran prestigio culinario y transitando la carrer del 31 Desembre, en el número 1 el corazón dio un vuelco, pues había un acogedor local de Can Terra, el único otro que existe, con la ventaja de que el inmueble es más grande y menos aglomerado. Una advertencia de rigor: los pinchos no están disponibles a toda hora, los ponen para al almuerzo más o menos a partir de la una y para la cena a eso de las nueve, hay que tomar en cuenta que los horarios de comidas de los españoles suelen ser un par de horas más tarde que en Tiquicia.

Una aclaración necesaria, el concepto de pincho es del País Vasco y en este caso Can Terra hace las veces de lugar de comida regional, aunque en algunas ocasiones se utiliza el llonguet, que es un delicioso pan mallorquín. Y honestamente hay que reconocerlo, en variedad y calidad la oferta de pinchos de Can Terra se queda muy atrás a la de los bares del casco viejo de San Sebastián (ojo, el San Sebas del País Vasco, no se ilusionen), crónica que imperdonablemente se adeuda pero que se promete ojalá para un futuro no muy lejano, así de sufrido es este Cronista.

Páginas oficiales:

http://canterraibiza.com/
https://www.facebook.com/canterraibiza.elbar/

Vídeo aficionado:

 

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