Especial para Cambio Político
Y LLEGO LA PATRULLA DE BARES
Al rescate de la más noble de las tradiciones culinarias costarricenses: la boca
Enemigo mortal del karaoke y los bares de pipicillos
Misión: La Venus Restobar Dónde: Zapote, Barrio Pinto (ver mapa) |
Pasaron los años y la otrora acogedora cantina pasó cerrada, solamente quedaba suspirar y añorar las épocas doradas, hasta que hace no mucho, de nuevo se vieron sus puertas abiertas y en su techo el entrañable rótulo con una aguilita negra sobre fondo amarillo. Sin embargo, en esta nueva etapa no se vieron multitudes, hasta que alertados por un baquiano local de que había una nueva administración y viandas de calidad, por lo que esta Patrulla procedió a hacer su visita de rigurosa inspección.
En efecto el local tenía la cara lavada y un amplísimo menú que sin ser especializado en mariscos, invitaba a degustar su oferta. Obviamente había que comenzar con un pulpito al ajillo, el cual desafortunadamente en nada se parecía al de la Venus clásica, no obstante estaba bien hecho y con la carne en su punto de suavidad, aunque la salsa muy pesada. Había que seguir con los mariscos y se pidió una sopa de mariscos, con muy buen sabor, con bastante carne y poco caldo. Las bondades de la cocina siguieron con un espectacular pescado relleno, con quesito derretido y muy cremoso. Otro de los clásicos de la vieja Venus era la papa rellena, en la nueva versión hay varias opciones, se pidió una de pollo, pero fue nada del otro mundo, una simple papa arreglada, aunque de proporciones descomunales. Luego se pidió otra variante de pescado, esta vez en salsa de tomate, también buenísimo. Dentro de las nuevas opciones del menú se pidió un taco al pastor, que para nada sabe a mexicano, eso sí muy grande y fin de cuentas si se olvida la falta de correspondencia con la receta original, estaba bueno de sabor. La sesión terminó con un ceviche a la campechana, muy buena la salsa a base de tomate. Todas las bocas eran de generosas raciones, bueno hay que admitirlo, en correspondencia por su precio, bastante más alto que en los bares similares.
Notarán enseguida los avezados lectores que la reseña culinaria no es tan amplia como suele detallarse científicamente en las crónicas patrulleras y es que la mayor amenaza que puede plasmarse sobre una agradable mesa de tragos se hizo presente en la Venus, esa infamia que los japoneses llamaron “orquesta vacía”, más comúnmente conocida con el nefasto nombre de karaoke. Y aunque se hizo el esfuerzo por proseguir la noble labor el escándalo obligó a abandonar. Dulce venganza nipona contra el resto del planeta por la bomba atómica. Y es que si hubiese sido una, tal vez no, pero fueron dos…
El altruismo y la filantropía de la Patrulla motivó a una nueva visita para concluir la estricta cata, sin embargo la labor quedó truncada y de manera permanente porque nuevamente el local está cerrado y ya no hay rótulo de águila alguna sino un lánguido “se vende” que confirma la defunción definitiva, por segunda vez, de La Venus. Tal parece que las autoridades de Salud nuevamente marcaron el destino del bar, pero esta vez no por exceso de coliformes sino de ruido. Si es así, bien merecido.
La diosa de las bocas
Cuéntase una vez de un bar en Desampa, bautizado con el nombre de la diosa romana del amor. En consonancia con el nombre, las saloneras atendían a los ávidos clientes desprovistas de sus corpiños, lo que garantizaba una nutrida e inagotable concurrencia de clientela masculina.
Pero en Zapote abrió otra posada con igual nombre y diferentes pretensiones. Aquí el influjo de Afrodita se inclinaba hacia el alto vientre, y finalmente, el veredicto de los tiempos ha dictado cuál de los apetitos fue saciado con mayor generosidad.
Aunque el apretujado local compite con los asientos de clase turista de un avión, y algunas veces el llamar al salonero representaba una proeza más propia de Cupido, la calidad de las viandas justifica cualquier incomodidad.
Los reyes del menú son los mariscos, que se sirven en un comalito hirviente. El pulpito, la mariscada o los camaroncitos, ya sea simples, al ajillo, a la mantequilla o como sean, justifican la cruel espera que significa el tener el plato ebullente desplegando todos sus aromas en bruces del comensal. Pero también son celebradas las papas rellenas, particularmente las de jamón y camarones, servidas en generosas porciones. El mini-mignon merece destacarse como una certera adaptación a escala de boca de este platillo. Y una repasada al menú obligatoriamente debe detenerse en nombres que ya han pasado a la cultura popular, como la boca de León XIII (chuzo de carne), el tortero (aguacate con cebiche) y la 08, una variante de la patrulla, que obviamente fue degustada con su correspondiente chismosa (lengua).
Y dado que el cronista tiene el placer de conocer el lugar con causa, se recomiendan los buffet de bocas de los domingos, el sueño erótico de cualquier hartón, y un detalle único y original del chiringuito. Hay unos frijolitos molidos que están para justificar cualquier ataque masivo de flatulencias.
Por último debe destacarse que el día de la visita de la patrulla la cuestionada atención más bien se pasó de buena. Dionisos y Ariadna ya se desearían un lugar de culto semejante.
Y hasta aquí…
LLOREMOS POR SIEMPRE POR LA EXTINTA SAINT FRANCIS
¡LA BIRRA EN VASO SIN HIELO! ¡NI A PICO DE BOTELLA!
Combatiente declarado contra los sports bar
Los aborrecibles Pancho’s, Millenium, Yugo de Oro Cinco Esquinas y el Valle de las Tejas dichosamente de Dios gozan
VALETE ET INEBRIAMINI