Camilo Rodríguez Chaverri
Conozco a un campesino que me da grandes lecciones de vida. Si acaso terminó la educación primaria, pero tiene un doctorado en el contacto con la naturaleza, en la lectura del campo. Se llama Manuel Azofeifa Monge. Es agricultor. Va a misa los domingos, asiste a Alcohólicos Anónimos, lo atienden en el EBAIS de su comunidad y tiene un rancho al lado de su casa, donde atiende a turistas junto a su esposa, doña Mérida Monge. Estuvo enfermo de los pulmones porque fumó por muchos años. Ya se está recuperando.
Fui a visitarlo junto a un periodista y un dirigente social. Ellos son de Puerto Rico. Querían tener contacto con un costarricense auténtico. Cuando me hicieron la petición, no tuve que pensarlo dos segundos. Los llevé donde don Manuel.
Salieron maravillados de su conversación con don Manuel. En su rancho, en Palmichal de Acosta, junto a la casa sencilla donde vive, este campesino les cantó rancheras mexicanas y baladas campesinas costarricenses, les contó chistes y cuentos, les habló de sus árboles de jocote, sus árboles de naranja, sus matas de plátano, los árboles de coníferas que le acaba de regalar a una de sus hijas para que construya una cabaña junto a su casa… Ahí mismo, “a la par de nosotros”.
Se fue a caminar con mis amigos por su cerco, que es como se le conoce a la pequeña propiedad del campesino costarricense, donde están su casa y sus cultivos.
Apeó jocotes para los puertorriqueños que me acompañaron. Les peló una naranja. Y dos. Y tres.
Hubo dos gestos de don Manuel que encantaron a mis amigos, y a mí también. Cuando le pregunté por los cuidados que debía tener para recuperar sus pulmones, se nos quejó de que la esposa no lo dejaba trabajar mucho al campo. Y de inmediato dijo, “es que yo necesito venir al cerco a conversar con los árboles; yo converso con ellos, ellos me escuchan y me contestan; a veces me contestan con el viento, otras veces con los pájaros”…
¡Mi amigo campesino me resultó poeta! El poeta mexicano Jaime Sabines escribió que los seres humanos somos “árboles que caminan”. Pero ahora sé que somos árboles que podemos escuchar a otros árboles.
Lo otro que les encantó fue que don Manuel les mostró sus palas, sus machetes, sus cuchillos, sus macanas. Todas las palas tienen nombre. Se llaman como sus amigos. ¡Y es que esos utensilios agrícolas son sus amigos, son sus compañeros!
El campesino poeta sale al campo con sus palas, les da un valor más allá de los objetos que son, les pone espíritu, y acompañado por esas palas se pone a hablar con sus otros amigos, los gigantes del campo, los árboles.
Es una delicia para el estómago ir a comerse “una burra” a su cerco, una comidita campesina, un gallito envuelto en hojas de plátano. Doña Meri cocina con amor. Y es una delicia para el espíritu conversar con este guayacán, este roble, este hombre fuera de serie.
Nuestros héroes no pueden ser los delincuentes, los narcos, los riñas. Nuestros verdaderos héroes son personas sencillas y buenas, nobles y puras, como don Manuel Azofeifa Monge. La Costa Rica que vive en el corazón de don Manuel es la Costa Rica que debemos rescatar para el futuro de la patria.
– Periodista y escritor.