La Patrulla de Bares: Glorioso heredero (Bar El Adriático)

Especial para Cambio Político

Misión: Bar El Adriático Dónde: Avenida 14, calle 15, 100 mt norte de la Panadería de Barrio Luján, San José (ver mapa)

El bar El Adriático es heredero de un rancio nombre, una de las cantinas más emblemáticas de San José, caracterizada por ser la chichera de los viejos de plata, su época dorada fue cuando se quemó el Club Unión y ya desde la mañanita se veían parqueados los carrazos de los mismos de siempre, ejerciendo su noble oficio. Pero ese Adriático viejo se terminó cuando se murió su orgulloso dueño Bato Montero y a los pocos años reencarnó en una esquina cercana, en la avenida 14 con la calle 15, en las llamadas cinco esquinas de Barrio Luján, con otro perfil más enfocado a satisfacer los vientres de sus parroquianos.
 
De hecho el actual Adriático podría caracterizarse como la versión 3.0 recargada de la afamada franquicia, pues hace una década en una estricta inspección de prepatrullaje el limitado menú de bocas del local no aprobó las condiciones mínimas para confeccionar una Crónica. No obstante, un sacrificado patrullero recientemente reinspeccionó el recinto, encontrando para su agrado un variado menú con viandas de calidad y en abundantes proporciones.

El local es típico de una cantina, ubicado en una esquina, con una barra no muy grande y unas ocho mesas. La decoración en las paredes también es lo esperable, con las obligatorias alegorías futboleras y muchachas de buen ver. Se agradece que la música tiene un volumen que permite la conversación, pero sobre todo que al ser la visita en los días decembrinos, no tuvieran El chinamo en ninguno de los abundantes televisores. Por fuera el edificio es de una agradable arquitectura art deco su característica más valiosa, de hecho su fachada podría ubicarnos en un entorno urbano de cualquier ciudad del sur de España o del Río de la Plata en un segmento temporal de cualquiera de los últimos 80 años.

Lo primero que destaca del menú de El Adriático es su variedad, sin ser particularmente extenso tiene de todo: carnes, mariscos, arroces y algunas de las bocas típicas, cocina tradicional tica y algunas recetas importadas como el gordon blue, esa extraña adaptación del ilustre cordon bleu francés que merece un concienzudo estudio lingüístico. La Patrulla comenzó con una torta de huevo, de esas que ocupan un plato de regulares proporciones y todavía se salen, se advierte que le ponen cebolla pues hay algunos finitos que resienten este aderezo, pero para el que sí gusta de la amarilidácea, sí va a estar bien sabrosa. Toda cantina tica tiene boca de chifrijo y todo patrullaje tiene que catarlo, en este caso pasó sobradamente el examen, además de su generosa porción estaba muy bien de sabor. Otra boca clásica, los dados de queso, que en este caso eran más pequeñitos que en la presentación tradicional, esto les permite tener más quesito tostado, la materia prima evidenció ser se buena calidad, pues tenía un agradable gusto saladito y quedaron bien crujientes, hasta que daban envidia. La sopa de mariscos es enorme y no escatima ingredientes caros como camarones, pulpo y cangrejo, muy bien de sabor aunque tal vez un poquito recargada de lo que aquí dicen “olores”. El taco de carne es un poco engañoso, porque lo sirven debajo de un pequeño bosque de repollo y salsas, pero a fin de cuentas estaban bien y con abundante carne. El burrito de carne fue la estrella de la noche aunque criticado porque venía muy cargado de salsas, por su tamaño parecía más bien el del famoso cuento del burro de Lucas, tanto que el patrullero que lo degustó tuvo que tirar la toalla y no pudo con él, se terminó quejando del exagerado tamaño de la boca y exigiendo su prohibición. Como hay de todo tipo de carne, se probó el bistec encebollado, que viene con papitas a la francesa y un montón de zacate, la carne aunque estaba buena tenía un sabor raro, como que todas las carnes las hacen en la misma plancha y agarran el sabor de todo. Este comentario se extiende a la pechuga de pollo, que viene con una presentación similar y al filete de corvineta al ajillo, hay que reconocer la sinceridad de que no pretenden servir un pescado de calidad superior y cobrarlo como tal, en general las carnes estuvieron bien pero sin ser nada del otro mundo. La lengua en salsa es fuera de serie, exquisita, el plato quedó casi tan limpio como la conciencia del Papa. Hay buen mondongo en salsa, un poco pateón pero con la carne bien suavecita. Y ya para el cierre, un infaltable en el menú patrullero los tacos de queso, de una vez trajeron cuatro, el queso estaba muy bueno y las tortillitas bien tostadas.

Hay que advertir que los precios de la comida son altos, pues las raciones son grandes, lo cual no deja que una persona normal sobrepase de una boca y se quede con las ganas de probar más. Dado que la visita tuvo lugar en los aciagos días decembrinos, el lugar estaba a reventar por lo que la cocina estuvo lenta. A pesar de ello, el lugar es acogedor, la atención bien amable y la comida invita a regresar para seguir probando el variado menú.