Hacia mis propias tormentas…

Camilo Rodríguez Chaverri

La grandeza artística de Juan Gabriel
Otro batazo de canal 7

Juan Gabriel

Voy hacia mis propias tormentas… Con esa frase, termina la primera parte de la serie sobre los primeros años de vida de Juan Gabriel, cuando se llamaba Alberto Aguilera Valadez, que fue el nombre con el que registró siempre sus canciones. Esta película apareció en canal 7 el domingo antepasado a las 7 de la noche. El 7 se pega unos batazos… Este fue uno de ellos. Después de la primera edición, pasaron la serie para los sábados a las 8 pm.

Uno tiene música que lo desata o lo cura, lo suelta y lo libera, lo ayuda o lo limpia por dentro, lo aventura o le calma la locura. Los músicos que me ayudan en la vida empiezan y terminan con Joaquín Sabina. Ninguno como él. Pero debo admitir que ahí, entre los siguientes, está Juan Gabriel. Veamos mi lista: después de Sabina vienen tres clásicos: Pérez Prado, La Sonora Santanera y Harry Bellafonte; pero a continuación están los poetas de nuestra región o nuestra cultura hispana: Silvio Rodríguez; Joan Manuel Serrat; Víctor Manuel (el esposo de Ana Belén, no el salsero); Pedro Guerra; Juan Luis Guerra y Juan Gabriel. A los únicos que sumo a esta lista, y que no responden a los mismos cánones, son Vicente Fernández y Chavela Vargas. Hay dolores que sólo conocen artistas como Chavela, y compositores como Agustín Lara, José Alfredo Jiménez y Juan Gabriel.

Tengo un DVD de un concierto de Juan Gabriel que dura tres horas y lo utilizo en el vehículo cuando hago viajes largos. Me encanta la música de El Divo de Juárez. Me parece una obra desgarrada, profunda, una herida llena de palabras, sangre y dolor con música.

Con la serie que vi en canal 7 (han pasado dos ediciones de la serie) entendí mejor la pena cantada en muchas de sus obras. Son obras de arte. No son simples canciones.

Entiendo que esta película fue aprobada por él. No sé si aprobó el guion o qué. Pero deja en claro su dolor por su madre que lo abandonó en una escuela reformatorio a los cinco años, y que no volvió hasta cuatro años después. Cuando él se escapó de esa cárcel, a los 13 años, ella no lo recibió en su casa, como aparece en la segunda parte de la serie.

Fue un niño de la calle

Juan Gabriel tuvo nueve hermanos. En la película aparecen los más cercanos en edad: cuatro hermanos y una hermana. Su hermana se comportó más como su mamá que su propia madre. La mamá trabajaba limpiando una casa y una cantina. Era amante de un jardinero que trabajaba en la cantina. Sus hermanos mayores eran niños limpiabotas y vendían chicles y dulces en los cines y las calles. Juan Gabriel soñaba con que su verdadero madre fuera su hermana. En la segunda parte de la serie, admite el dolor que sintió cuando supo que eso no era así.

En la serie, aparecen dos figuras fundamentales en su vida: su maestro Juanito (Juan Contreras) y su compañero Hugo. Juanito era un anciano, maestro hojalatero, quien le enseñó la música de su corazón, tocaba violín en su clase de hojalatería, y con él escribió su primera canción, sobre una paloma que mataron sus compañeros con un tiro de flecha. Hugo, su compañero, fue su primer amor. Quien crea que Juan Gabriel trataba de ocultar su preferencia sexual, o de atenuar el tema, debe observar la serie. Queda claro que El Divo de Juárez desea que se conozcan sus inicios en el amor. Es famosa su frase, “no se pregunta lo que se ve”, con la que le contestó a Fernando del Rincón, pero es claro que hasta el machismo ranchero mariachi mexicano se rindió ante la grandeza artística de Juan Gabriel.

Creció entre niños violentos, a quienes sus padres ni siquiera iban a ver. No tuvo mucho amor, más que el amor de maestro de don Juanito y el amor y la hermandad de compañero de su amigo Hugo. También fue importante la maestra Micaela, directora del reformatorio.

Como escribí, a los 13 años se escapó del reformatorio, con la ayuda que le daba la ventaja de ser el encargado de sacar la basura todas las noches. Vivió con Juanito, el hojalatero; después volvió a vivir con su mamá; pasó por un templo metodista y le llamó la atención la música; fue parte del coro, y ahí empezó una etapa que lo llevó por tres vertientes: la música religiosa, Dios y los dos lados de la frontera. Trabajó en templos metodistas de California, Texas y Tijuana.

Reformatorio y prisión

Desde niño dejó ver su profunda sensibilidad artística. Se fue para la ciudad de México siendo muy joven y hasta estuvo en la cárcel. Estuvo preso año y medio, como los ochos años que permaneció en el reformatorio. Su vida estaba cifrada por el dolor y la pena. Incluso, la serie cuenta cómo fue robado a los tres años de edad, cuando su mamá lo abandonó por primera vez. Estaba jugando, tirando piedras en un río desde un puente cuando se lo robó una señora. Ante la presión en la radio, donde aparecía la voz de su hermana, la señora lo dejó frente a una estación de policía.

Era perfeccionista con sus discos. Grababa y producía todas las horas que fuera. Decía que había que dejarlos muy bien porque “cada disco se queda para toda la vida. Son recuerdos que permanecen ahí para siempre, para que los juzgue el corazón del mundo”.

Mil ochocientas canciones

Compuso más de mil ochocientas canciones, defendió sus derechos como autor y fue un productor muy importante. Decía que ganaba más dinero como compositor y productor que como intérprete. Compuso una gran cantidad de piezas para Rocío Durcal, principalmente, pero sus canciones también fueron interpretadas por Angélica María, Isabel Pantoja, Lorenzo Antonio, José José, Lucha Villa, Enrique Guzmán y muchos artistas más.

Dicen que alguna vez le preguntaron a José Alfredo Jiménez si se sentía el gran compositor de México, a lo que contestó que había un muchacho que lo superaría por mucho: Juan Gabriel.

Siempre fue agradecido. Se llama Juan Gabriel en honor a sus dos padres: Juan por el hojalatero que le enseñó la música y Gabriel por el campesino que lo engendró, y que desapareció poco después, muy enfermo.

Agustín Lara y José Alfredo Jiménez

“La vida nos da la oportunidad de superarnos, y si llegamos a ser grandes, entonces nunca moriremos. Entre los casos más hermosos están Beethoven, Mozart, Bach; todos aquellos maravillosos compositores que dejaron de respirar, de ver, de oír, de oler, pero que hasta la fecha, siguen vivos. Al igual que los compositores mexicanos Agustín Lara, Gonzalo Curiel, José Alfredo Jiménez, y también los cantantes Pedro Infante, Jorge Negrete, Javier Solís y tantos otros artistas que han dejado huella, y que nunca morirán porque aprovecharon las oportunidades que la vida les dio, y que la gente los llenó de vibraciones, amor, energía, y por eso siguen con nosotros”, dijo Juan Gabriel.

Ahora hay un debate sobre si murió o no. Hay videos en YouTube que afirman que está escondido por ahí, algo que también dicen sobre Michael Jackson. Asimismo, apareció ahora su supuesto novio. Si tenía novio, pues qué dicha que lo tenía. Bienvenido sea el amor.

No hay que ahondar mucho en su música para darse cuenta que muchas canciones tienen un profundo sentimiento gay y que Juan Gabriel no quiso tapar mucho aquello. Además, no podía. Todo en él lo transpiraba. Era delicadito desde niño. Era amanerado y no quería ocultar lo que siempre fue. Esa desfachatez me conmueve. Es el alma de un niño agredido y abandonado, que va solo contra el mundo. Por algo, sus grandes intérpretes son mujeres. Juan Gabriel las escribía para dedicarlas a un hombre.

Él siempre iba hacia sus propias tormentas, y tuvo la grandeza de convertir el dolor en poesía, la pena en canción. Por eso es tan grande y permanecerá, a pesar de su muerte. Que el arte permanece era lo que él profesaba y por lo que tanto trabajó, con su talento a cuestas, con sus naufragios y su vida desgarrada. Más que una vida, fue una herida. Más que un dolor, fue una tormenta. Más que una pena, fue una cicatriz de colores. Todos los colores del arcoíris se abrieron para recibir a Juan Gabriel en el cielo. No hay otro sitio para los poetas. No hay otro destino que ese para el amor.

Periodista y Escritor

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