Cambio Político Opinión, análisis y noticias
Camilo Rodríguez Chaverri
¿Què habría sido de la conquista y la colonia sin la maestría indígena con la que adquirieron forma, vida, esencia, color y una personalidad artística única los bellísimos templos coloniales?
Veamos algunos detalles. La puerta del templo es un arco de medio punto, en cuya clave se encuentra el símbolo franciscano y está rodeado por una concha de argamasa de tipo mudéjar, rodeado por el clásico cordón franciscano hecho de talavera verde y amarilla.
Una hermosa cornisa divide al primer cuerpo, forrada por talavera.
La talavera nació con los árabes, quienes la llevaron a España. De España llegó a México y se desarrolló exclusivamente en Puebla.
En el altar principal se puede apreciar una copia de un antiguo retablo de madera. Hay un crucifijo de madera e imágenes de Santa Ana y San Joaquín, los papás de María, los abuelos de Jesús.
La torre es cuadrada y tiene doce columnas que simbolizan a los doce apóstoles.
Además, algo precioso es la bóveda del presbiterio, es decir, lo que está sobre el altar. Está representada «La Sagrada Familia» y estàn los cuatro arcàngeles.
Este templo fue construido en 1760.
Los especialistas mexicanos la consideran una de las cinco iglesias más lindas de México.
Las otras cuatro son Santa Prisca, en Taxco, Guerrero; Santa Clara, en Querétaro; Santo Domingo, en Oaxaca, y la Capilla de El Rosario, en Puebla, de la que escribiré en estos días.
Este templo de San Francisco Acatepec se quemó en 1940. Parece que alguien olvidó apagar las veladoras del interior.
Lograron rescatar arte barroco que estaba en la sacristía.
La estructura del templo no sufrió daños considerables. La gente corrió al templo y mojó las paredes.
Los periódicos locales y nacionales publicaron la terrible noticia.
Alguna gente culpò a los comunistas, pues solo unos días antes quemaron un templo en Izúcar de Matamoros.
Hay una leyenda que dice que el sacerdote que llegó a oficiar misa al día siguiente, se sintió tan mal que se retiró del templo. Se fue en su motocicleta.
Ya muy lejos del templo, un hombre catrín, elegante, tuvo oportunidad de encontrarse con aquel sacerdote en moto y le preguntó que hacia dónde iba y cuando el cura le explicó lo sucedido, el señor le dijo, «oiga, Padrecito, no sea malo, debe darles palabras de aliento y esperanza».
La leyenda en Cholula dice que aquel hombre catrín (en Costa Rica decimos «catrineado») no era otro que San Francisco de Asís, a quien por cierto Dios le dijo que edificara su iglesia. San Francisco arregló el templo de Asís pero luego entendió que Dios le estaba hablando de su iglesia, no de un templo.
San Francisco Acatepec es un rincón para Dios construido por los indígenas.
