Ulibarri y la ONU

Vía costarricense

Johnny Soto Zúñig

Johnny Soto Zúñiga

Los funcionarios públicos que ocupan altos cargos en representación del país; al final de su gestión deben rendir cuentas ante el gobierno y la ciudadanía en general. El caso de los embajadores ante los diversos países del mundo y ante los organismos internacionales es necesario para conocer sus gestiones; no sé si está reglamentado por la Cancillería de la República; pero aún así debe ser la norma. Eduardo Ulibarri va más allá y nos regala un interesante libro sobre su paso por los cuatro años como embajador representante permanente de Costa Rica ante la Organización de las Naciones Unidas, con el sugerente título: “La ONU que yo viví. Revelaciones tras cuatro intensos años” (Administración Chinchilla 2010-2014). Por supuesto aunque es una especie de rendición de cuentas de su gestión; nos transmite a través de su libro la narrativa de sus vivencias, hechos y acontecimientos históricos a lo interno de la organización que está cumpliendo 70 años desde su creación.

Ulibarri es un destacado periodista, académico, consultor internacional y diplomático; ha escrito diversos libros y artículos de periodismo, análisis político y otros temas de actualidad. Durante 21 años ocupo la dirección del diario costarricense La Nación. De origen cubano, muy joven vino al país y su aporte ha sido inestimable; profesor por muchos años de la cátedra en la Escuela de Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Costa Rica. Ha recibido varios premios internacionales entre ellos la Medalla por Servicios Distinguidos en Periodismo de la Universidad de Missouri, el premio María Moors Cabot de la Universidad de Columbia (Nueva York) y el Premio Nacional de Periodismo de Costa Rica. Ha ocupado los cargos de presidente fundador del Instituto de Prensa y Libertad de Expresión (IPLEX) entre 2005 y 2010, presidente de la Comisión de Libertad de Prensa de la Sociedad Interamericana de Prensa (1991-1994), miembro de la directiva y del consejo consultivo del International Center for Journalists, en Washington. D.C.

En el prólogo que realiza Gert Rosenthal afirma: “El título de esta obra lo dice todo. La ONU que yo viví es, por un lado, la narrativa del autor, Eduardo Ulibarri, sobre una vivencia personal plena de estímulos y retos, personales y profesionales. Por otro lado, es un relato sobre cómo funcionan las Naciones Unidas, visto desde el interior de sus entrañas por un observador agudo y perspicaz, que además capitaliza todos los rasgos de su profesión de periodista: curiosidad, capacidad de asimilar información y análisis, y un especial talento para transmitir sus impresiones al lector de manera clara y amena. Las Naciones Unidas significa distintas cosas para diversos observadores. Para algunos representa un ideal, consagrado por su Carta constitutiva y los valores que entraña. Para otros es un punto de encuentro, tipificado por los foros que se reúnen periódicamente en Nueva York y Ginebra (y diversos sitios adicionales). (Op. Cit. Pág. 13)

Sin duda este libro se convierte en consulta permanente para los estudiosos del Derecho Internacional y de las Relaciones Internacionales, y en general a todos los interesados de los temas mundiales; como se señala es una cátedra sobre diplomacia y política internacional para el siglo XXI. El autor desde el inicio de su libro nos narra cómo su nombramiento fue resultado de lo que él señala la primera crisis política que enfrentó la presidenta Chinchilla; y explica la situación vivida con el primer nombramiento de Bruno Stagno canciller de la Administración Arias que recién terminaba (2006-2010); y cómo surgió su designación emergente de embajador ante la ONU; pero también aclara que colaboro ad honorem en la campaña liberacionista en materia de comunicaciones, y consideraba que no ocuparía ningún cargo público; que no estaba en su horizonte; no obstante se le llamó para ocupar de inmediato el vacío dejado por la situación política y jurídica (considerada irregular) provocada por el nombramiento de Stagno que incluso ya había ocupado esa posición anteriormente en la Administración de Abel Pacheco (2002-2006).

Algunos analistas políticos señalan este primer sismo o incidente menor como el inicio de la ruptura durante prácticamente los cuatro años de la Administración Chinchilla, entre la presidenta y su predecesor expresidente Óscar Arias Sánchez. Además es claro que el nombramiento de Ulibarri causo algún malestar dentro de las filas liberacionistas, por considerarlo lejano y que durante su gestión como director del diario La Nación había sido muy crítico con este partido político. Sin embargo peso más los dotes intelectuales y éticos del periodista y muchos lo vieron como un embajador de lujo ante la ONU; además tenía un plus importante dentro del PLN, ser yerno de un insigne y querido compañero liberacionista don Johnny Fernández Saborío, quien fungió como ex viceministro de Gobernación de la Administración Figueres Ferrer (1970-1974) y exdiputado entre 1978-1982; además durante muchos años Fernández Saborío sirvió al partido como coordinador de organización territorial y electorales. Recién falleció el año pasado el 19 de junio del 2014.

Durante los cuatro años de gestión diplomática hizo yunta con el reconocido liberacionista y expresidente de la Asamblea Legislativa Saúl Weisleder embajador alterno, quién ya había ejercido el cargo en parte del tiempo de la segunda Administración Arias. Esto ayudó mucho a Ulibarri a ponerse rápidamente al día por la experiencia diplomática de Weisleder y por supuesto le serviría para agendar las mejores decisiones de la legación diplomática ante la ONU, y sacar adelante la tarea en una representación diplomática costarricense; que muchos consideran sigue siendo una voz escuchada en el concierto de las Naciones. Con la lectura del libro, el autor narra todos los acontecimientos importantes de los cuales Costa Rica fue abanderado y se destaca lo que denomina “la compleja y exitosa tarea de negociar y aprobar el Tratado sobre Comercio de Armas, y fuimos el primer país latinoamericano (y quinto en el mundo) en ratificarlo; se cumplió así un objetivo clave de la política exterior costarricense.” (Recordemos que anteriormente el expresidente Arias había impulsado ese Tratado).

“Nuestras ideas y propuestas marcaron positivamente la Declaración sobre estado de derecho a escala e internacional adoptada por la Asamblea General. Impulsamos, junto con Argentina, Austria, Grecia y Túnez, una resolución de la Asamblea General, aprobada por consenso, a favor de la protección de los periodistas y contra la impunidad de sus agresores. Mantuvimos el apoyo y canalizamos los aportes de personal costarricense a la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cigig). Realizamos múltiples gestiones para aplicar, desde la ONU, una visión de seguridad y lucha regional contra la delincuencia organizada que superara la perspectiva de “guerra” y adoptara estrategias más equilibradas, con particular énfasis en prevención y fortalecimiento de la institucionalidad.” (Op. Cit. 27)

Al autor le tocó vivir el inicio de la crisis con el vecino del norte Nicaragua, cuando el gobierno de Daniel Ortega decidió invadir la Isla Calero en territorio costarricense, en una clara violación a nuestra soberanía (conflicto que se mantiene y a la fecha se espera la resolución definitiva de la Corte Internacional de Justicia), Vivió las decisiones de los dos cancilleres durante la Administración Chinchilla, primero René Castro y luego Enrique Castillo. Sobre el resto de la región se refiere así: “América Latina y el Caribe así como sus embajadores, somos muchas cosas en las Naciones Unidas. Compartimos aspiraciones e intereses, pero también nos determinan marcadas diferencias. Nuestra unidad, sólidamente asentada en la retórica, la geografía, la cultura y la historia, se diluye conforme nos acercamos a las ideas, las decisiones o la acción; incluso, a los temperamentos de cada uno.” (Op.cit. Pág. 161)

Finalmente, el libro narrativo de las vivencias del autor nos adentra al mundo de la diplomacia interna en el primer organismo mundial: la ONU, las acciones, negociaciones y decisiones entre los países, el poder del Consejo de Seguridad compuesto por 15 miembros entre permanentes y temporales, que prácticamente deciden lo más importante de la ONU y el mundo; el trabajo con los organismos propios de la ONU como el PNUD, FAO, OMS, UNESCO, etc. En su capítulo IX. La ONU, el futuro y nosotros, el autor plantea que “nunca como ahora, el mundo ha sido tan universal en sus desafíos, anhelos, conflictos, frustraciones y esperanzas”; lo que considera imperativo contar: “con un sistema internacional que, sin desconocer las inevitables facetas del poder “duro”, se asiente en reglas comunes para avanzar hacia horizontes compartidos.” (Op.cit. Pág. 307)

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