Con sus lenguas barbas tiradas sobre sus hombros y divididas en dos partes, recorría la República repartiendo personalmente sus “hojitas sueltas”, sin temerle a los gobiernos que atacaba y fraguando al mismo tiempo revoluciones para derrocarlos.
Se le conocía por un hombre de un valor temerario. Su carácter era suave y dulce. Este hombre, que se metió en cierta oportunidad a un cuartel de armas escondido en una carreta de “zacate”, se llamó: Zenón Castro Rodríguez.
Don Zenón tenía un hermano, don Florencio Castro Rodríguez, padre del Licenciado Manuel Castro Quesada, político ampliamente conocido en Costa Rica. Le molestaba a don Florencio que don Zenón se dedicara a la cría de gallos de pelea y a jugarlos después. En su casa tenía estos animales amarrados a estacas y enjaulados. Los cuidaba con esmero y personalmente.
Un día, don Florencio, aprovechando la ausencia de su hermano, se presentó en su casa y soltó todos los gallos de las estacas y puso en libertad a los enjaulados. Los que presenciaron este acontencimiento declaran, que ha sido la más grande pelea de gallos que se haya visto en Costa Rica.
Cuando don Zenón regresó a su casa, se encontró con la mayoría de los animales muertos. Muy triste mirando a los pobrecitos gallos tendidos sobre el suelo y manando sangre, exclamó, colérico:
-”¡Maldición!`… ¡Por aquí pasó Florencio!…
Tomado del Anecdotario Nacional de Carlos Fernández Mora. Dibujante: Noé Solano V.
Usado con permiso. Todos los derechos reservados.