Cuentan que con los pacientes pobres, este inolvidable galeno, apóstol que fue de la medicina, se prodigaba al extremo de curarlos gratis y obsequiarles el valor de las recetas.
Un día se presentó en su consultorio un vecino de Cascajal, muy nervioso, y muy humildemente le dice al médico:
—»¿Podría usted decirme doctor, cómo me curo del corazón?»…
Ricardo Moreno Cañas se quedó mirando al enfermo y seguro de que no padecía de ninguna afección cardíaca, le contesta sonriente:
—»Pues muy fácil mi amigo. Póngase un pañuelo en los ojos y ya está, porque ojos que no ven, corazón que no siente»…
Tomado del Anecdotario Nacional de Carlos Fernández Mora. Dibujantes: Noé Solano V., Alvaro García (Garlo) y Juan Manuel Sánchez. Usado con permiso. Todos los derechos reservados.