Como Catedrático de la Escuela de Derecho fue exigente con sus discípulos. Su mayor preocupación era la de que aprendieran las lecciones y sacaran notas brillantes.
Nos contaba uno de sus mejores discípulos que una mañana, sus alumnos dispusieron darle una broma a don Víctor. No asistieron a clase y encerraron en el aula a un caballo de esos vagabundos y callejeros, y se escondieron después.
El Licenciado Guardia Quirós llegó como de costumbre a la hora exacta a dar su lección. Al entrar, se encontró con el caballo encerrado. Un poco molesto se retiró sin decir nada a nadie de lo ocurrido.
Al día siguiente, a la hora de dictar su lección, aquella figura benemérita, dirigiéndose a sus alumnos, les dijo:
—»Jóvenes: ayer quise dictarles una lección muy interesante, pero sólo UNO de ustedes estaba presente. Entonces desistí de mi propósito y me fui»…