Especial para Cambio Político
Misión: Bar La Oveja Negra |
Y aunque de inmediato nos acordamos de su celebrado vecino Memé Pajarito, nuestro reseñado no tiene nada de tipicón, más bien es un poco sofis, aunque sin llegar a los excesos de un bar pipis, se podría decir casi es una cantina alrededor de un parqueo porque obedeciendo a la geografía papuda del lugar, casi diríase que llega un carro por cada comensal, el día de la incursión patrullera el parqueo rebosaba y sin embargo no había sino una medio docena de mesas ocupadas. Nos imaginamos que los fines de semana esto puede ser un poco incómodo, porque no le vemos pinta a los viandantes de venir montados en un bus de Piedades.
Siguiendo con la ambientación, el lugar tiene un corredor bien rico, y de hecho la mayoría de los parroquianos optan por las mesas que tienen más aire, el clima calientón también invita a ventearse un poquito más. Sin embargo la parte interna también es acogedora y tranquila, para libar sin mucho escándalo. El personal que atiende tiene más el perfil de salonero de restaurante fino, no son el tipo escandaloso que ni siquiera apunta la orden, sino que se la grita al boquero (nuestro recordado Abelardo, de la siempre llorada Saint Francis, era el campeón en este oficio).
Pero vamos al grano: La Oveja Negra es un lugar que se está haciendo cada vez más famoso y esto es por la calidad de sus bocas. El menú es un extraño híbrido entre un lugar gourmet y la tradicional cantina de pueblo, se advierte que no es barato y el precio de la boca ronda los 3 mil colones, he aquí nuestro riguroso examen: hay varios tipos de carpaccio, segundo lugar en Costa Rica en donde tenemos la oportunidad de probar esta exquisitez de la cocina italiana, consistente en lonjas de carne partidas muy delgadas marinadas con aceite de oliva y limoncito agrio, bañadas en quesito parmesano, como los patrulleros somos finitos pedimos dos tipos de carpaccio, el de res, que estaba muy bueno de sabor aunque su presentación era un poco desordenada, y el de salmón que estaba mejor aún y venía presentado más corrongo. Siguiendo con el ecléctico menú, se cató un chifrijo, que estaba aceptable, no se correspondía con la calidad de las otras bocas degustadas, y para seguir criticando, en el fondo estaba frío. Otra maravilla que no se suele encontrar en los menús de cantina es el atún a la parrilla, lo sirven en un buen trozo, aunque como el lugar es fino, también nos ponemos más finos para juzgar (el precio lo justifica) y le criticamos que la carne estaba más seca que lo normal. Otra que no llegó el nivel fueron las fajitas de pollo, el tamaño de la ración era más bien pequeño y venía acompañada de frijoles molidos mucho más aguados que lo permisible. Dentro de las bocas con buena calificación están las puntas jalapeñas, las hacen con carne asada de verdad y no están tan picantes como para asustar al tico promedio que resulta pendejo para el chile. Todavía más celebradas estaban las alitas de pollo picantes (los buffalo wings de los pipis), el picante aquí estaba moderado y la salsa tenía muy buen cuerpo, aunque se podrían servir unas alas de mayor tamaño. Apenas para quitarse un antojo, se pidió queso empanizado, no hay nada más rico que un buen queso frito para acompañar una birrita, aunque le criticamos que el quesito estaba un poco chicloso. Y para el cierre, por pura gula se pidió un ceviche, el cual tampoco resultó ser nada del otro mundo.
El veredicto final es que los altibajos en las viandas tal vez hacen que la buena fama que le hacen a La Oveja Negra resulte un poco exagerada. Pero igual sus méritos son mayores que sus defectos, el lugar además está bien bonito, da para todo: verse con los amigotes, llevar a una dama o pasear con la familia y la variedad de su menú bien amerita una nueva visita.
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