Por María Laura Aráoz
Berlín, 20 may (dpa) – «El judío de por sí es incapaz de expresarse a través del arte, no lo consigue ni por su aspecto ni por su lengua y menos por su canto», sentencia un extenso artículo bajo el título «El judaísmo en la música» publicado en octubre de 1850 en una renombrada revista de Leipzig.
Su autor era un tal Karl Freigedank. Pero detrás de este seudónimo se escondía el genial compositor Richard Wagner, quien años después volvería a publicar el panfleto bajo su propio nombre, así como varios escritos más en los que calificaría a la «raza judía» como «el enemigo natural de la humanidad».
En la Alemania del siglo XIX el rechazo a los judíos estaba muy propagado en la población. Wagner no fue una excepción, aún cuando tuvo una buena relación de trabajo con muchos judíos.
«Las razones de su antisemitismo se debían, entre otras cosas, al éxito de sus contemporáneos judíos (Felix) Mendelssohn y (Giacomo) Meyerbeer», explica el director argentino-israelí Daniel Barenboim en su página web.
«Las cualidades negativas que achacaba a los judíos, como por ejemplo el interés egoísta y la búsqueda del propio provecho, eran justamente las mismas que lo llevaron a hacer excepciones de sus ideas antisemitas. Sin Hermann Levi no hubiera encontrado un director tan brillante para su ‘Parsifal’ …», recuerda Barenboim.
«El comienzo de la era moderna, la ilustración, la revolución francesa, la industrialización y el surgimiento del capitalismo eran para Wagner un mundo hostil (…) El capital, los bancos y los judíos eran una sola cosa para él», explicó el historiador Hannes Heer en una entrevista al diario «Südkurier».
Al mismo tiempo que lanzaba diatribas contra los judíos en sus escritos, el compositor incluyó figuras en sus óperas cargadas de connotaciones negativas que invitaban a asociarlas con judíos.
«Alberico, el explotador y acaparador de oro, invisible y anónimo; Mime, que se encoje de hombros, locuaz y derrochador de autoelogios y malicia: todos los rechazados en la obra de Wagner son caricaturas de judío», apuntó hace años el sociólogo Theodor W. Adorno.
Por ello, para muchos especialistas es difícil separar la obra de la ideología personal del compositor. «Conozco a pocos artistas en los que la vida y la obra vayan tan de la mano. Los escritos antisemitas de Wagner acompañan toda la obra desde punto de vista del contenido», aseveró el historiador Hannes Heer en una entrevista al diario «.
Sin embargo, Barenboim hace una distinción. «La música no es ideológica. Wagner era antisemita pero su música no», alegó en declaraciones a la página web del semanario «Der Spiegel».
Al ideario antisemita se unió en el amor de Wagner a las sagas germánicas, dos elementos que lo convirtieron en el compositor preferido de los nacionalistas alemanes.
Adolf Hitler, que lo idolatabra y conocía al dedillo su obra, lo llamó «la mayor figura profética del pueblo alemán» y se apropió la mitología wagneria para su ideología nacionalsocialista.
A la muerte del músico, su viuda Cosima convirtió al festival en una cita de las élites nacionalistas y antisemitas del imperio alemán. Su hija Eva se casó con el escritor británico Houston Stewart Chamberlain, un defensor de tesis racistas y antisemitas que conoció a Hitler en 1923, diez años antes de que éste llegase al poder.
Especialmente Winifred, la nuera de Richard Wagner y esposa de Siegfried, quedó encantanda con Hitler, a quien apoyó cuando fue encarcelado tras el fallido intento de golpe en Múnich y le envió papel sobre el que al parecer escribió el famoso panfleto «Mi Lucha».
Toda la familia Wagner, con excepción de Siegfried, el director del festival, se afilió al Partido Nacionalsocialista y estrechó su amistad con Hitler, a quien bautizó como «el tío Wolf».
La música de Wagner sonó los partidos en las legendarias marchas del partido nazi en Núremberg y discursos y los festivales se convirtieron en una especie de propaganda para la causa nacionalsocialista.
Tras la guerra, los descendientes trataron de borrar las huellas nazis del festival y hasta el día de hoy los historiadores no tienen acceso a cierta documentación histórica por voluntad de la familia.