Cuentos para crecer: Rosha y el sol

Rosha y el sol

Rosha y el sol

En un pueblo ubicado en lo profundo de las verdes y lozanas colinas mayas vivían dos hermanos, llamados Tup y Rosha. Como muchos niños de la altiplanicie maya, tenían mejillas sonrosadas y cabello negro. La cabellera de Rosha era especialmente abundante y brillosa y caía como tallos de maíz hasta sus pies.

Sus padres siempre estaban ocupados sembrando maíz en sus tierras, por lo que Rosha y Tup se quedaban solos con frecuencia. Durante su infancia, Tup era quien inventaba todos los juegos. Pero cuando crecieron, Rosha tenía sus propias ideas y a veces le gustaba jugar sola. Esto hacía que Tup se enojara mucho. Nada le divertía tanto como obligar a su hermanita a hacer lo que él quería.

Un día, durante la temporada de cosecha, sus padres fueron al pueblo a vender el maíz sobrante. Hacía mucho calor y estaba pegajoso, y todas las brisas quedaban atrapadas detrás de la cortina de árboles de la montaña. Rosha salió sola para sumergir sus pies ardientes en el burbujeante arroyo que quedaba detrás de la casa.

Tup, solo en la casa, sintió cada vez más calor y se puso cada vez más furioso. Miró la llameante bola roja del sol en el cielo y pensó que su hermana seguramente estaba refrescándose por ahí cerca.

—Voy a inventar un juego que será especial y más maravilloso que cualquiera de los que Rosha ha inventado —se dijo—. Voy a atrapar al sol, y Rosha me va a ayudar, ¡lo quiera o no!

Y así lo hizo. A la mañana siguiente, mientras Rosha dormía, Tup se acercó a ella sigilosamente. Llevaba el machete que su padre usaba para cosechar los elotes. Los ojos de Rosha estaban completamente cerrados y su larga cabellera negra caía desde la almohada hasta el piso. Sin hacer ruido y con toda rapidez, ¡Tup dio un machetazo a lo ancho del pelo de Rosha!

Ella se despertó y se frotó los ojos. Trató de sacudirse el polvo y el rocío matinal de su pelo, pero no había nada que sacudir. ¿Dónde estaba su cabello? Entonces vio a su hermano en la esquina de la habitación sonriéndole maliciosamente.

—¡Mi pelo! —gritó—. ¿Qué le hiciste a mi pelo?

Tup comenzó a dar saltos de entusiasmo: —Hice una red para atrapar al sol —se rió.

Rosha salió corriendo de la casa, con los ojos ardiendo por las lágrimas. Cuando llegó a la orilla de la selva, vio que todo lo que Tup decía era cierto. Ahí estaba el sol, chisporroteando luz y calor, enredado y atrapado en su pelo.

—¡Necio! —le gritó a su hermano—. ¡Tonto! Ahora nunca veremos crecer el maíz de nuevo. Tendremos frío y estaremos débiles de la mañana a la noche.

—Eso te enseñará a no tratarme mal —reía Tup.

Rosha trató de liberar al sol de todas las maneras posibles. Jaló y tiró de la red tejida con su cabello. Pero sus manos se quemaron con las feroces llamas solares y sus mejillas se chamuscaron con el intenso calor.

Rosha corrió a la selva para pedir ayuda. Primero se encontró con un venado que masticaba hojas.

—¿Me ayudarás a liberar al sol? —le rogó.

—Oh, no puedo abandonar la selva durante el día. No es seguro para mí —dijo el venado.

Rosha corrió y se encontró con un guajolote silvestre que estaba haciendo su gran nido.

—Por favor, señor guajolote, ayúdeme a liberar al sol. Está atrapado y se va a morir.

—No seas tonta —masculló el animal—. El sol es demasiado grande para ser capturado por mucho tiempo.

Agotada y desilusionada, Rosha se sentó bajo un árbol de caoba, temblando en la fría y oscura mañana. Un pequeño topo se le acercó por la tierra.

—¿Por qué lloras? —le preguntó.

—Estoy tratando de liberar al sol para que podamos volver a sembrar —dijo ella—. Y nadie tiene el valor de ayudarme.

—Yo soy muy valiente —dijo el topo muy seguro—. Te ayudaré.

Rosha sonrió en medio de sus lágrimas y acarició la cabecita del topo, asombrada por lo valiente que podía ser una criatura tan pequeña.

—Oh, señor topo, estoy convencida de que es muy valiente, pero una criatura tan pequeña como usted difícilmente podría ayudarme a liberar al enorme sol.

Al darse cuenta de que el pequeño topo temblaba de frío, Rosha lo tomó y lo envolvió en su rebozo.

El topo se acurrucó y los rítmicos pasos de la niña pronto le hicieron quedarse dormido. Entonces tuvo un sueño maravilloso. En el sueño él era un poderoso héroe, más grande y fuerte que cualquier otro animal de la selva.

Después de un rato, Rosha vio la deslumbrante y chispeante luz del sol atrapado. Cuando llegó hasta él, el topo saltó de su rebozo. Lleno de energía por su sueño, trepó por las hebras del pelo de Rosha y saltó sobre ellas para cortarlas con sus dientes afilados. El valiente topito saltaba de arriba para abajo, y mordía una y otra vez. Era tan veloz que antes de que el sol pudiera quemar sus patas o su hocico, ya había desatado todas las hebras de la red del cabello de Rosha.

Entonces, con una gigantesca llamarada, el sol ascendió de la red y regresó majestuosamente hacia el cielo.

Desde lo alto, el sol agradecido bañó con su luz a Rosha y al pequeño topo. Luego, su voz atronadora sonó en el profundo y verde valle. Éstas fueron sus palabras:

—A ti, topo, te prometo un refugio seguro en la selva. De ahora en adelante, podrás vivir debajo de la tierra, donde ninguna criatura podrá hacerte daño.

—Y a ti, mi niña Rosha, que salvaste mi luz para todo el mundo, te prometo esto: tus ojos y los ojos de todas las mujeres mayas, brillarán con mi luz dorada por siempre.

El sol cumplió su promesa. Si observas cuidadosamente, tal vez un día puedas ver un topo deslizándose por un profundo agujero en la tierra si siente peligro. Pero no tienes que ser tan observador para ver la luz que centellea en los ojos de las mujeres mayas dondequiera que estén. Gracias a la valentía de Rosha, la luz bailará en sus ojos por siempre.

Mary-Joan Gerson
Fiesta femenina
Cambridge, Barefoot Books, 2003

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El Proyecto CUENTOS PARA CRECER consiste en la publicación de relatos destinados en especial a niños y adolescentes, así como a todos los que encuentran placer en la lectura.

Debido al tipo de historias ofrecidas, este proyecto permite reflexionar sobre una serie de valores considerados esenciales para el desarrollo del carácter, como la tolerancia, la solidaridad, el espíritu de diálogo y la honradez, proporcionando además un valioso instrumento de aprendizaje.

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