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Especial para Cambio Político Misión: Bar Málaga Dónde: Escazú, San José (ver mapa) |
Afortunadamente las apariencias engañan, y nada más entrar uno es recibido de manera desusadamente atenta por el personal. Lo único que sí se cumple de la impresión inicial es que el local es estrecho y pequeño, apenas da campo para una larga barra, unas tres mesas y los baños al final, ya después volveremos al tema de los baños.
El localito es de madera, y la decoración no tiene mayor detalle, se ven algunos intentos de modernización pero igual sigue siendo la típica arquitectura pachuca, de esas que en algún momento tendremos que pedir preservar. Por ahí andan algunos teles con los DVD pirateados que omnipresentes se ven en todos los bares. Y la clientela se ve que son los descendientes de cuando Escazú aún era todavía pueblo, aunque es inevitable escuchar a uno que otro parroquiano hablando lenguas sajonas.
Cuando abordamos el menú nuestras hormonas no se sintieron particularmente motivadas, ya que es muy breve, y las bocas son las que normalmente se pueden encontrar en cualquier cantina. Pero nuevamente, las apariencias nos engañaron, cuando los ávidos patrulleros comenzaron su catadura, comenzaron a saborear deliciosas viandas, cuyo precio oscila entre 1800 y 300 colones: la costilla de cerdo es el plato más caro y lo justifica, la carne bien suave y jugosa y la acompañan con una yuca frita muy bien hecha. El segundo en precio de arriba para abajo son las alitas de pollo que también arrancó aplausos entre los comensales, pues aparte de su buen sabor estaban bien carnudas. Otra de las estrellas de la casa es la pezuña de cerdo, el problema es que es tan estelar que sólo la hacen los fines de semana, la carne se deshace y hasta se podría decir que vienen con pedicure. Los frijoles tiernos estaban también que se deshacían, y los sirven con su buen pellejo. Hay una carne en salsa que confirma los méritos de la cocina, la receta típica de pueblo. La única concesión a la cocina extranjera es la chalupa de carne, que también llegó muy bien preparada, particularmente estaba sabroso el queso. Hay huevos de tortuga con una sangrita de antología. Los gallos de salchichón son unos de esos buenos silverios de los que se consiguen al oeste de la capital. Y el detallazo fue con la sustancia de carne, aunque la ración degustada aprobó los estándares de calidad, la cocinera no estuvo contenta con su creación y luego como cortesía trajo otra fuentecita que efectivamente, estaba mucho mejor, apenas para revivir a un muerto.
Y bueno, llegó la hora de ir al baño. Justo detrás del local pasa el río Agres y dadas la limitada área física al final no hay pared y el orinal está justo a la orilla del río. Pues bien, cuentan que un día salió a hacer sus necesidades un cliente que ya no coordinaba bien sus reflejos, y en lugar de llegar al mingitorio terminó en el río. Para evitar nuevas desgracias ahora los dueños pusieron una malla a prueba de tapis.
Al final de su jornada la Patrulla emprendió enconadas deliberaciones y decidió otorgarle una mención de honor al Málaga. A pesar de su humildad, en el lugar se pasa más que bien porque la atención es realmente buena y la calidad de la comida impecable a pesar de las pocas pretensiones que se veían al menú. Pero sobre todo porque el Málaga se yergue como un bastión de resistencia, un vestigio de cuando Escazú era pueblo, que se resiste a ceder ante la especulación inmobiliaria de los ricos y famosos.
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