La Patrulla de Bares Retro: Llegar al Nirvana (El Ballestero)

Especial para Cambio Político

Patrulla de Bares Misión: Bar El Ballestero
Dónde: Calle 0, Avenida 9, Barrio Amón, San José (ver mapa)

Bar El Ballestero

El bar El Ballestero forma parte del paisaje urbano de San José desde hace más de ochenta años. A todos les sonará el nombre, pues se ubica en la salida norte de la ciudad, en la calle central, doscientos metros antes de llegar al puente del Torres, para los románticos 100 al sur de la antigua cervecería Traube, para los más traviesos 100 al norte de Alcázar.

 
La verdad es que a la Patrulla le tomó por sorpresa la sugerencia para ir a hacer sus libaciones a este lugar, porque precisamente siempre ha estado allí y entre el abundante gremio de hartones que conforman sus integrantes y lectores, en sus constantes conversaciones sobre buenas bocas nadie había hecho notar sus virtudes.

Pero como nadie es profeta en su propia tierra y a veces no vemos la viga en el ojo propio, allí se yerguía el humilde Ballestero en espera de ser descubierto. Y hasta que llegó el glorioso día.

El bar en cuestión es un local esquinero de esos que en sus años mozos cuando no había tanta mojigatería compartía el espacio para pulpería y para bar. Nos lo imaginamos como la antípoda de La última copa, la cantinilla frente a la Carit que marcaba la última posibilidad de echarse un tapis para los que salían de la Villa Nueva de la Boca del Monte por el sur.

Como era de esperar en un lugar de estos, las sucesivas generaciones de dueños han acumulado un menjunje de decoración que ayúdeme a decir. Destaca la galería fotográfica que muestra de todo lo que puede haber en el imaginario tico, desde las consabidas fotos de futbolistas hasta las muchachotas, pasando por algunos “borrachos ilustres”, que para la posteridad engalanan con su imagen el recinto en donde alguna vez ejercieron el noble ejercicio de embriagarse.

Pero el oficio de la Patrulla no es de decoradores, he aquí el resumen de nuestra rigurosa cata: de primero porque fue el mejor, mencionaremos al chifrijo, sólo diremos que cuando llegó a la mesa nos inundó a todos con un delicioso aroma, le ponen un aguacate entero, el chicharrón estaba buenísimo y hasta le hacen a uno el show de traerlo en plato aparte y servirlo dentro de la boca frente al afortunado comensal, estaba tan bueno que incluso superó la marca que ostentaba el chifrijo de Memé Pajarito. Otra que recibió loas y aplausos fue la pezuña, para ser más descriptivos por su tamaño eran más bien como tres pezuñas, buen sabor de carne y la sirven con arroz aparte. Criterios encontrados mereció el raviol, pues aunque es el típico raviol de cantina que es una especie en vías de extinción, está también pasadito de tamaño y viene con un relleno de carne con muy buen sabor, a uno de los comensales se lo trajeron suavezón, pero al otro sí se lo trajeron bien tostado como lo manda el menú no escrito del buen cantinero tico. Siguiendo con las impresionantes raciones, vino también una costilla de cerdo, buenaza, aunque se le criticó que la yuca venía cocinada en manteca rechinada (esto se ha convertido en toda una discusión filosófica en el seno de la Patrulla, pues un grupo, los más finitos, critican esto mientras que otros miembros, los más tipicones, glorifican la mezcla de sabores). Luego se cató una sopa de mariscos que fue lo que más dio que hablar en la velada, pues no se acababa, parecía aquella mágica poción que en algún momento venció a los patrulleros en el bar Los Mangos, aparte del tamaño, el caldo estaba hecho al estilo de las sopas de pueblo y aunque la dotación de mariscos no era tan variada y abundante como en otros lados, mereció ser devorada hasta la última gota. El arroz con carne también era grande en tamaño con la carne arreglada al típico estilo mercado. El arroz con mariscos era para despertar la envidia de todos los que no lo pidieron, y lo traen acompañado con otro tamaño aguacate. Los frijoles tiernos, también estaban de chuparse los dedos, y con su buena cantidad de “mujer de la calle” (pellejo). El pescado frito entero merecía una foto, y obviamente se le tomó, sencillamente espectacular y a como se veía, así supo. El pollo frito no salió muy allá, aunque hay que reconocer que no lo traen cocinado en exceso y la carne estaba bien jugosa. Y para cerrar, se probó un “Gordón Blue” (si, así estaba escrito en el menú, apenas para matar de un infarto a un chef francés), una versión libre de la receta original pasando por bastantes potreros, pero igual la carne, el relleno y la salsa estaban buenos.

Y todas estas delicias, servidas en abundantes raciones, costaban en promedio 1200 ó 1300 colones un nivel de precios que ya no se ve en nuestras globalizadas cantinas. Tal fue el éxtasis de los Patrulleros por la cantidad y calidad de lo ingerido que han decidido crear una Orden, reservada únicamente para los mejores bares del terruño, otorgando a El Ballestero la distinción de ser el primero en ostentar la mención de honor.

Mención de Honor

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