Foro efectuado el martes 8 de febrero del 2005 en la sede de CEDAL con la participanción de Marcelo Prieto, Guillermo Zúñiga, Saúl Weisleder y Jorge Urbina como moderador
Nota del Editor: por la importancia y actualidad del tema y la calidad de los expositores, decidimos publicar de nuevo, ahora en Cambio Político, la transcripción de este foro organizado por CEDAL.
Por la extensión de las exposiciones, dividimos la publicación en tres partes: Introducción de Jorge Urbina y exposición de Marcelo Prieto (Parte I); exposición de Guillermo Zúñiga (Parte II); y exposición de Saúl Weisleder y conclusiones (Parte III).
Actualizando la presentación del moderador sobre los panelistas, podemos decir que Marcelo Prieto actualmente es el Rector de la Universidad Técnica Nacional en Alajuela; Guillermo Zúñiga fue Ministro de Hacienda en la segunda administración de Óscar Arias y posteriormente diputado; y Saúl Weislder es el actual embajador alterno de Costa Rica ante las Naciones Unidas.
Guillermo Zúñiga: Cuando Jorge me invitó a participar en esta actividad, de buenas a primeras le dije que aceptaba con mucho gusto. Cuando me senté a pensar de lo que íbamos a hablar, realmente se me convirtió en uno de los temas digamos profesionales o académicos o conceptuales más complicados, tanto que empecé a garabatear ciertas notas y por último decidí por escribir y viene saliendo… Así que yo les pido que me disculpen porque ni siquiera tiene la primera revisión. Pero se me convirtió en algo más cómodo el ir escribiendo en lo que iba pensando y consultado textos que venirme así de buenas a primeras.
De manera que el primer agradecimiento es obviamente por invitarme, por estar ustedes aquí presentes, por los compañeros de la mesa, pero, sobre todo, porque me da una oportunidad de sentarme a reflexionar, con cierta disciplina, sobre un tema que en primer momento suena muy sencillo. Es decir ¿qué significa la Social Democracia hoy? Pero es un tema que cuando uno lo empieza a desmenuzar, por lo menos a mí me resultó un reto intelectual enorme.
El tema no es nuevo para mí; lo he estudiado desde siempre, lo he discutido con muchos compañeros de manera informal a lo largo de estos años. Pero de ahí a tener que formalizarlo en una ponencia, hay un gran trecho. Por eso yo agradezco a CEDAL la oportunidad que me obligó a poner en orden en la forma más rigurosa posible mis consideraciones.
Debo decir que me gustó mucho la exposición de Marcelo y toda esa ubicación histórica que nos da –que vale la pena tenerla presente para nuestros propósitos- y curiosamente yo empiezo mi exposición con uno de los temas que él al final toca, cual es el de los fines y los medios.
Los fines del Socialismo Democrático no han cambiado: igualdad de oportunidades, distribución equitativa de la riqueza, guerra a la pobreza, el valor de la libertad y la solidaridad. Son los mismos postulados que a lo largo de la historia Liberación Nacional ha defendido, desde la Proclama de Santa María de Dota. La Socialdemocracia siempre ha creido también que el ser humano y su bienestar deben de estar en el centro del esfuerzo productivo y el ser humano es la razón de ser de la vida en sociedad.
En eso -me atrevo a afirmar- concuerdan otras agrupaciones políticas distintas a la nuestra; ellos por sus caminos formulan también que el bienestar del ser humano debe de ser el centro de su acción política. Un poco lo que decía Marcelo, en eso todos vamos a andar muy coincidentes. Entonces, si estamos de acuerdo con los fines, nos enfrentamos de lleno con el tema de los medios, es decir, los instrumentos que debemos emplear para lograr esos fines. Surge luego una pregunta totalmente válida y clave en nuestra discusión. ¿Son los instrumentos neutros? valga decir: ¿están los instrumentos del quehacer político y por mi sesgo profesional económico vaciado de un contenido teórico, de un contenido por tanto ideológico, la pregunta relevante se puede plantear de otra forma, ¿Se pueden buscar los postulados del Socialismo Democrático usando cualquier instrumento? A mí me parece que por ahí empezamos a desgranar el tema. Ante este tema que me parece fundamental yo mismo me respondo que no; que los instrumentos que se usan para hacer política de Estado no están vacíos de teoría y por tanto no están vacíos de contenido; forma y fondo en este caso van de la mano y reconocer esto ya es un gran paso.
¿Quiere decir lo anterior que no podemos en determinadas circunstancias «bailar con instrumentos que otras teorías nos dan»? obviamente no, siempre y cuando tengamos claro de los alcances de esas propuestas que nos están haciendo y eso es el principio de la negociación política en última instancia. A lo largo de la vida siempre vamos a tener que andar lidiando con otras posiciones y llegando a acuerdos con otras posiciones, pero se debe tener siempre muy claro qué es lo que significa aquello que nos están presentando Y qué es lo que significa aquello sobre lo cual estamos transando y pongo yo aquí, que posiblemente ustedes mismo ya han visto algunas broncas o rabietas que yo he armando en días recientes con respecto a ciertos temas específicos.
Del Estado de bienestar al Estado regulador: Usado más arriba el término política de Estado, y no fue puesto al azar. Es que hablar de Social Democracia es -en esencia- hablar de lo que debe ser el papel de Estado en la sociedad y en la economía. En los últimos años nos hemos contestado, convivir con un Estado regulador y hemos abandonado aquel Estado de bienestar que tenía muchísimo más presencia en la economía –algo mencionaba Marcelo-. Tengo para mí que este cambio deviene de la aceptación de los postulados del consenso de Washington y de la adición ideológica que ha acreditado con mayor presencia, lo que yo llamo la «inteligencia económica». Esta es una propuesta de política económica que ha andado por América Latina en los últimos veinte o veinticinco años y debe de decirse que por resultados mixtos poco halagadores, de hecho Stiglis, el Premio Nobel de Economía, después de explicarnos cómo en Chile se aplicaron una serie de medidas adicionales que no estaban contempladas en el consenso de Washington, como por ejemplo, un impuesto a la entrada de flujo de capitales -ustedes se imaginan lo que es proponer eso en Costa Rica, un impuesto a la entrada de capitales- o la exportación de cobre en manos del Estado. Afirma Stiglis que «actualmente en toda América Latina existe un sentimiento de desilusión con las medidas promovidas por los Estados Unidos y el Fondo Monetario. Eso está tomado de un libro maravilloso que se llama Los Felices Noventas, página 277. Y además reseña Stiglis cómo, a propósito de todas estas medidas, en América Latina aumentó el desempleo, se concentró el ingreso y aumentó la pobreza.
Los contenidos del consenso de Washington pueden resumirse en los postulados famosos que acuñó Williamson que muy rápidamente cito: disciplina fiscal, reforma tributaria que amplíe los impuestos, liberalización financiera, tipos de cambio que den competitividad a las exportaciones, liberalización comercial que elimine barreras cuantitativas y disminución de impuestos al comercio, inversión extranjera directa para abolir las barreras de entrada y permitir que la inversión doméstica y extrajera compitan en condiciones iguales, privatizaciones de las empresas del Estado, desregulación para que el gobierno reduzca las regulaciones que impiden la entrada de nuevas firmas o restringen competencia y garantizar los derechos de propiedad por medio de los sistemas legales para disminuir los costos relativos».
Amigos, esta listita que acabo de leer me parece que debe de ser muy conocida por todos nosotros, porque ciertamente estas medidas -que Williamson llamó el consenso de Washington- enmarcan en buena manera lo que fue la propuesta teórica, ideológica y política que en los últimos veinte años, veinticinco años, Washington y sus aliados han estado irradiando sobre América Latina. Y en Costa Rica, toda esta oleada teórica e ideológica no pasó inadvertida, sigo diciendo, vale la pena recordar en los últimos veinte o más años, han gravitado dos programas con mayor peso: los programas de ajuste estructural y los programas de estabilización, ambos con una gran influencia del consenso de Washington y con una gran influencia del pensamiento teórico neoclásico -como yo puse aquí, como veremos más adelante, creo que al final no logré establecerlo, pero si es del caso lo podemos hablar-. Definitivamente, las políticas de los programas de estabilización y de ajuste estructural tienen un basamento teórico fundamentado en el pensamiento teórico neoclásico de la economía.
Quiero referirme, de estos programas, a los programas de ajuste estructural. Estos le asignan al Estado un papel muy claro; si bien privilegia la acción de las fuerzas del mercado al proclamar que parte de las tareas del Estado son, precisamente, eliminar las distorsiones que el mismo Estado ha provocado, también le asignan una tarea de regulador para resguardar el orden público y le asignan también el papel de árbitro.
Ustedes recuerdan que en el concepto del ajuste estructural, el fundamento teórico principal que se utiliza, que se formula, es precisamente permitir que los mercados operen con toda libertad y evitar lo que se dio en llamar las distorsiones, distorsiones que en buena medida eran creadas por aquel Estado de Bienestar que era un Estado Interventor y entonces –como veremos más adelante- ahí nos encontramos nosotros con el problema de los medios y los fines; podemos estar de acuerdo con los fines, pero si usamos medios que objetivamente y teóricamente, desde su base, no están respondiendo a lo que estamos pretendiendo, ahí la cosa ya anda caminando medio enredada.
Me recuerda esto un poco a Milton Friedman -ustedes conocen a Milton Friedman, uno de los grandes ideólogos del neoliberalismo- quien en su libro Capitalismo y Libertad siempre insistió en que si bien las fuerzas del mercado debían operar con libertad, el Estado estaba llamado a ser un gendarme de las relaciones sociales y le asignaba al Estado tareas muy específicas; pero la preocupación es eliminar su participación pues distorsiona la eficiente asignación de los recursos y por tanto atenta contra la formación correcta de los precios, dicen estos señores.
Aquí hay que marcar una diferencia importante; ven ustedes que el mismo Friedman reconoce que es necesaria la participación estatal y como voy a mencionar más adelante, don Eduardo Lizano –que es quizá de los teóricos criollos nacionales el que más ha elaborado sobre el ajuste estructural también los formula- posición muy distinta cuando uno ve la radicalidad de las posiciones libertarias extremas, que ahí ni siquiera se tolera que el Estado debe tener una participación; ni siquiera, casi que ni regulando las más elementales normas de comportamiento del capitalismo.
Estas corrientes, las de programas de ajuste de inspiración neoclásica, en parte guiados por los mismos postulados de Friedman han tenido su versión tica, digo yo. El que mejor recoge estos planteamientos es don Eduardo Lizano quien ha tenido una presencia central en la conducción de la política económica nacional durante las dos últimas décadas. Pero además, don Eduardo tiene la virtud de ser de los economistas que ponen por escrito lo que piensan y eso lo hace en forma prolija; esto permite a los analistas contar con los materiales del propio actor para interpretar su acción -y esto es de las cosas que yo más le reconozco a Eduardo-. Uno podrá estar en cien por ciento de acuerdo con Eduardo o en desacuerdo cien por ciento u ochenta o noventa, pero ahí hay una honestidad intelectual y tiene la virtud de poner por escrito sus planteamientos y eso a nosotros nos da un a enorme tranquilidad para poder interpretar lo que él está formulando.
En el libro Programa de Ajuste Estructural en Costa Rica, en el capítulo que se llama En la Búsqueda de la Estabilidad y el Ajuste, el caso de Costa Rica, -que de paso esa fue una conferencia que él dio en un congreso de econometría mundial que hubo aquí en San José, Costa Rica, creo que eso fue en el año 88 o el 89- plantea que la tarea del ajuste estructural es eliminar las distorsiones que no permiten que el sistema de precios funcione, pero al mismo tiempo se plantea el problema del papel del gobierno en un programa de ajuste estructural; entonces él se pregunta: es evidente que la actividad gubernamental es un requisito indispensable para que la economía funcione adecuadamente, de igual forma es indispensable, el buen funcionamiento de los mercados, no se trata de una postura ideológica, sino de facilitar el logro de la asignación adecuada de los factores de la producción, un adecuado equilibrio entre la actividad gubernamental y el funcionamiento de los mercados es algo conceptualmente es deseable pero que en realidad difícilmente se llega a alcanzar»; página 88.
Pero quiero subrayar esto: es evidente que la actividad gubernamental es un requisito indispensable para que la economía funcione adecuadamente –ahí se le está dando una tarea- Más reciente, el Banco Mundial y otros organismos internacionales han insistido en la necesidad de reforzar otras tareas del Estado como la protección a la propiedad privada, la garantía y el respeto al institucionalidad, el buen ejercicio de la justicia y aspectos similares; todos tendientes a que el mercado opere con eficiencia dentro de un marco institucional certero que mejore el clima de inversión –como dicen ellos- y el clima de los negocios.
Esto, por cuanto la búsqueda de la eficiencia productiva es la que va a permitir repartir los beneficios del proceso del ajuste entre todos los participantes.
La versión tica de la teoría del goteo –que vos llamaste la boñiga -la atisbamos ya en ese mismo escrito de don Eduardo, cuando discute sobre la velocidad con que debe de darse el ajuste-: «La respuesta ante esta preocupación, -o sea, la velocidad del ajuste dice Eduardo- debería ser la de imprimir la mayor velocidad posible al proceso de ajuste, y nos refiere a unas notas. Esto por varias razones; en primer lugar, si el proceso avanza muy lentamente, los beneficios del programa serán retenidos por unos pocos empresarios que participan en él. Para que los beneficios se distribuyan y lleguen realmente a los grupos de trabajadores y a los consumidores de bajos ingresos, es necesario que la oferta de trabajo llegue a ser realmente inelástica -y ahorita explico qué es eso-; de esa manera conforme aumentan las inversiones y la producción en general también se elevaran los salarios reales».
Esto en palabras sencillas es esto: la idea es que debe aumentar la producción. Al aumentar la producción se va a demandar más capital y más trabajo; en los primeros momentos, al haber más inversión, el capitalista es el que va a acumular las riquezas que genera el ajuste. Pero conforme eso crece y crece, va a haber un momento en que el capitalista va a demandar más mano de obra, más empleo; pero como se va a demandar tanta mano de obra y tanto empleo, entonces va a haber un momento en el cual la oferta de trabajo va a reaccionar ya muy poco porque ya va a haber muy poca gente disponible; entonces los precios van a subir, el precio del salario. Y ahí entonces, en ese momento, ganancias y salarios van a poder compartir los beneficios del ajuste. Eso es lo que dice esto en palabras simples.
Y de esa forma digo yo -siguiendo a Lizano- se da la distribución de los ingresos y los excedentes nuevos que se generan; el argumento es este: al haber más producción y llegar a emplearse cada vez más trabajadores, luego, en algún momento, los salarios van a subir y yo digo que esto me suena al goteo, aunque él no lo plantea así en su libro, a mí me parece que esto es teoría del goteo. ¿Goteo qué es? Que crezca la producción, que se llene la copa y cuando esa copa esté bien llena las gotas van a caer para que se mojen también los que están abajo.
Yo que soy medio mal pensado lo que digo es que a veces cada vez la copa la ensanchan más y la ensanchan más entonces va a costar mucho llenarla, pero bueno, a eso vamos después. Más adelante en su artículo, y en un gráfico basado en Lewis, él explica cómo se daría el proceso: Conforme crece la economía, primero habrá más empleo aunque no necesariamente más salarios o crezcan los salarios- pero llegará el momento en que el crecimiento es tal que la oferta de trabajo se hará inelástica y la escaséz relativa hará que los salarios crezcan. De esta manera los incrementos en productividad se repartirán entre capital y el trabajo y el mismo mercado, o sea no tiene que intervenir nadie, es el mismo mercado el que se va a encargar de gotear los beneficios a los trabajadores y otros grupos no propietarios de medios de producción.
Esta posición que ha tenido un gran apoyo por parte de los gobiernos y de los mismos partidos, siento que es el centro de todas nuestras desavenencias, y por eso fue que me tomé el rato de estudiarme de nuevo a Eduardo, revisar esto del ajuste y ver lo del consenso de Washington, porque a mí me parece que ahí lo que hemos estado haciendo en los últimos veinte años es usar instrumentos que claramente tienen una perspectiva teórica, que obviamente reflejan una cierta ideología, y decimos que queremos hacer tal cosa pero usamos estos instrumentos. Digo yo, siento que es el centro de las desavenencias, pues conducen a una política económica que primero se preocupa por crecer y luego por repartir; al tiempo que propicia la solución de los problemas económicos –ahora diría, además de los problemas sociales- por medio del mercado. ¿Cuál debe de ser entonces la posición? No se puede negar que el mercado –digo yo, y esto es una convicción- ha sido la organización social más eficiente que hasta la fecha el ser humano ha diseñado para producir y pongo entre paréntesis: (al margen de los desperdicios) que el mercado hace de materias primas, los efectos nocivos que también tiene sobre el medio ambiente etc., o sea que ahí lo afirmo pero yo mismo me lo cuestiono.
Pero está claro que la teoría del goteo no ha sido suficiente. Esto nos mete entonces en dos problemas nuevos: Por una parte, ¿cuál debe de ser la propuesta económica del Estado ante esta circunstancia?, ¿cuál debe ser al mismo tiempo la teoría económica que nos debe de guiar para diseñar esa nueva acción estatal? Alex Callinicos, un profesor de la Universidad de Georgia, (este es un radical), en su libro Un manifiesto Anticapitalista, del año 2003, en el capítulo 2 que habla de variedades estratégicas, marca con buen aplomo que el capitalismo global es todo menos homogéneo. De hecho se enorgullece de su diversidad y la capacidad para contener una enorme variedad de diferencias, en la Pág. 87. Y esto es importante tenerlo en cuenta, porque si bien el capitalismo tiene sus raíces propias y únicas y tiene una lógica, no es el mismo por todo lado. Y entonces, parte de la inteligencia con que debemos actuar es poder interpretar las características del nuestro, del propio, para poder construir sobre eso.
Desde esa realidad ensaya distintas formas del anticapitalismo que él llama, que se puede dar, tipología sesgada al fin y al cabo y por tanto limitada y yo lo traigo a colación este tema, -no porque esté de acuerdo con las tesis de él del anticapitalismo como más adelante lo digo-, sino porque me parece que en ese concepto del anticapitalismo él lo que está reflejando es que el capitalismo que hoy vivimos, el global, el unipolar, el concepto americano de capitalismo que se impone, ha dado por tierra con los conceptos de igualdad, de libertad, de participación y de solidaridad.
Entonces lo incluyo porque habla de anticapitalismo reaccionario, burgués, localista, reformista, autonomista, etc. Para luego preguntarse –me parece a mí que en un tono que trata de retar al lector y es un tema además viejo en América Latina- bueno ¿y a qué vamos, la reforma o a la revolución? (eso lo pone en la Pág. 108). Y yo digo que tenemos que contestarle con toda tranquilidad, no vamos a la reforma -lo decía muy bien Marcelo- porque la Social Democracia es reformista. Busca el desarrollo del capitalismo, sí, pero bajo formas de distribución socialista. No pretende la suplantación del modo de producción la Social Democracia, sino el mejor reparto de lo que se produce, lo que obviamente el mercado no logra hacer simplemente por su cuenta.
La Socialdemocracia se basa más en un concepto -digo yo- de un capitalismo llamemos solidario, que abre oportunidades por igual a todos los ciudadanos; un capitalismo de tipo europeo y menos el capitalismo individualista tipo los Estados Unidos. Esta es una idea que desarrolla en una forma mucho más profunda Will Hultun en un libro que también vale la pena revisar que se llama: En el límite de la vida del capitalismo que lo escribe junto con Anthony Giddens. Y yo adiciono que esta visión individualista de los Estados Unidos se trasluce en los temas del consenso de Washington y me parece a mí –esto es una nota que se me ocurrió de último momento- se parece más al concepto de economía social de mercado que sí tienen los de la acera de en frente en materia política.
La economía social de mercado lo que trata es que el mercado opere aunque no pueda funcionar, a través de los bonos y estas cosas para que todo mundo se vuelva consumidor. Nosotros por el contrario, siempre hemos planteado que las soluciones son de tipo generalizado; ponemos el ejemplo de las viviendas: si nosotros hacemos un sistema para la vivienda que dé intereses con un cierto subsidio, etc., esa es una solución muy distinta que si nosotros ponemos a la gente a hacer fila para recibir un bono para poder ir a comprar el servicio de vivienda, y ahí hay una diferencia importante que, lamentablemente, caímos también nosotros en algunos momentos en temas de economía social de mercado, pero eso lo podemos discutir en otro día.
Otra aproximación a este tema: ¿qué hacer? me lo encuentro en un autor profesor español que se llama Ilsen Navarro, un tipo antifranquista que tuvo que asilarse, que hizo la vida académica y profesional en Londres y en los Estados Unidos, donde inclusive llegó a trabajar a la casa blanca –se acuerdan- en un proyecto de reforma sanitaria con Hillary Clinton. Él también fue asesor del Gobierno de Felipe González y presidió una comisión gubernamental que analizó las desigualdades sociales en salud, en España.
En su libro Globlización Económica, poder político y Estado de Bienestar de Ariel del año 2000, en el capítulo 2, él se pregunta si son posibles las políticas socialdemócratas en un país sumergido en una supuesta globalización económica. Es que esa es la pregunta: ¿podemos hacer Social Democracia en medio de un mundo globalizado?, y es que con ese cuchillo nos han tenido aquí a lo largo de casi dos décadas. Y su respuesta es afirmativa, hablando de España, pero aquí lo cito porque esta es una cosa importantísima, interesantísima para nuestro país hoy, dice: «pero la viabilidad de tales políticas socialdemócratas, dependerá más de factores internos que no de externos -o sea, somos nosotros los responsables- y muy en particular de la existencia de desarrollo de las instituciones políticas, de la existencia o desarrollo de las instituciones políticas y sociales que permitan el desarrollo de tales políticas socialdemócratas, entre las cuales ocupan un lugar central el pacto social entre el gobierno central, los sindicatos y el mundo empresarial». ¡Pues claro!, si la responsabilidad de la conducción de la política Social Demócrata es nuestra, es interna; conociendo las limitaciones que hacia el exterior tenemos, la única manera con la que contamos para poder avanzar en esa línea es ir en una forma unificada, negociada y claramente teniendo como norte, no la economía de la estabilización per sé, sino teniendo como norte la economía del Estado de Bienestar y la economía del pleno empleo que es la que nos debe de guiar a nosotros.
Debo decir, sin tener que ir muy lejos, que aquí en Costa Rica y lo digo con toda tranquilidad, para mi gran gusto y satisfacción me encuentro con un artículo que publica Oscar Arias el domingo pasado en La Nación, -supongo que todos lo han leído-. Se llama: «La Socialdemocracia que defiendo«, de donde rescato a propósito de este punto, dos párrafos que a mí me parecen centrales de lo que dice Oscar: -yo aquí lo ando porque lo traigo subrayado, porque yo soy medio fiebre, yo me estudio estas vainas-. Dice Arias Sánchez que «es hora de reconocer que el crecimiento económico no genera por sí mismo una mayor justicia social» -vean qué párrafo y sigue- y que el goteo en beneficios económicos, tan defendido por los economistas conservadores, es demasiado escaso como para calmar una sed de justicia social arrastrada por muchos años».
Yo cuando leí esto me alegré, yo me animé, porque aquí hay una ruptura, me parece a mí que Óscar está optando por hacer ruptura con la teoría del goteo y eso es un compromiso muy serio que está asumiendo con todos nosotros, no solo con nosotros sino con todos los costarricenses que leyeron esto y los que no lo leyeron. Y entonces, ¿qué papel le asigna al Estado en ese proceso de crecimiento y distribución?, digo yo. Citemos de nuevo sus palabras cuando está hablando de la necesidad de rectificar el papel del Estado; lo entrecomillo de nuevo: «esa Social Democracia debe comprender al mismo tiempo que es irracional confundir la rectificación del papel del Estado con una mutilación indiscriminada de sus capacidades, inclusive aquellas necesarias para llevar a cabo sus funciones como la redistribución de la riqueza, el combate contra la pobreza, la integración social, la inversión en capital humano e infraestructura».
Es decir, debemos rectificar la acción Estatal, sí; pero «no estamos –cito a Oscar- ante una teoría del goteo que opera con libertad y mágicamente, sino que tenemos que darle al Estado tareas directas que tienen que ver con el desarrollo de sus capacidades». Yo deseara que aquí dijera, además, en la búsqueda de un Estado de bienestar, en la búsqueda de una teoría de empleo pleno, en la búsqueda de una teoría de salarios suficientes. Pero bueno, ahí está puesto, porque además él invita a que discutamos este tema.
Difícilmente con este planteamiento se pueda reducir el papel del Estado a un simple gendarme o un simple regulador. Deben cumplir esa tarea, pero como bien señala Arias Sánchez, si el goteo no funciona el Estado debe comprometerse en las tareas de la redistribución de la riqueza y el combate a la pobreza, a la inversión en el ser humano y a la búsqueda de la integración social –y agrego yo- por medio de la generalización y de los servicios públicos, la política de pleno empleo y remuneración insuficientes».
Cierto que aquí Oscar hace una afirmación de un peso significativo y además claramente toma distancia de las simples soluciones del fundamentalismo del mercado liberal. Me parece que es una posición de vanguardia y lo siento como en sus buenos tiempos cuando levantó la lucha por la paz en Centroamérica.
Claro que ya se acabó el tiempo y se acabó el escrito. A mí me queda pendiente una cosa que tengo desarrollada por otro lado y me hubiera encantado y tal vez más adelante podamos hacer, porque están bien los planteamientos del Pacto Social, de la radicalidad, del reformismo y de la posición de Óscar que no acepta en estos momentos la teoría del goteo y estas cosas, pero ahora nosotros nos encontramos con un problema muy caliente entre manos: yo estoy muy claro que la teoría económica neoclásica no sirve, no es ni siquiera que es insuficiente; no sirve, y creo que ese es el problema que nos ha tenido a nosotros amarrados en este berenjenal, que decimos que vamos para allá pero usamos instrumental de una teoría que no sirve. Entonces el problema que tenemos nosotros ahora entre manos es ¿cuál es la teoría económica que sí nos va a dar a nosotros las luces para poder conducir una política de Estado que oriente ese pacto social? Que se haya hablado con Felipe o sin Felipe o que se haga como sea, eso hay que hacerlo, hay que reconstituir el Pacto que se ha conformado a partir de la Segunda República.
Bueno ese es el tema que está pendiente. Pensé que iba a tener tiempo de desarrollarlo –lo tengo desarrollado por otro lado- pero además ni el tiempo aquí, ni el tiempo en máquina me lo permitió. Pero creo que ahí es donde está el gran reto. Es decir, lo que tenemos que tener claro es que si vamos con ciertos objetivos no podemos utilizar instrumentos que no nos sirven y repito, yo con toda tranquilidad lo digo, con un conocimiento completo, con una tranquilidad de espíritu: la teoría neoclásica ya no sirvió, ya nos demostró que no funcionó. Entonces tenemos que ir a buscar una nueva versión. Posiblemente el keynesianismo nos ayude, el neokeynesianismo nos ayude; el ricardialismo y el neoricardialismo; el estructuralismo, la gente de CEPAL. Pero además, si uno empieza a revisar –cuando digo yo estas cosas, y con esto ya termino- si son las mismas vainas que hace muchos años en el pasado estuvimos utilizando y que de un momento a otro, por circunstancias internacionales, locales o lo que fuera, de problemas de la deuda etc., se nos montó una propuesta y una única visión del mundo que fue lo que me parece a mí que hizo a Marcelo decir: claro, ahora parece que economía es una sólo, algo así dijiste. No, la economía no es una sola, hay muchas versiones de economía y ahí es donde nosotros, cierto que tenemos la enorme responsabilidad de empezar a construir. Yo les pido disculpas porque al final se me salió lo de economista, pero creo que de alguna manera eso nos ayuda a ordenar el desfile.
Muchas gracias.