Cuentos para crecer: El mago de los colores

El mago de los colores

El mago de los colores

Hace mucho tiempo en el mundo no había ningún color. Casi todo era gris y lo que no era gris era blanco o negro. Hubo un período que se llamó «el Gran Gris».

Todas las mañanas un Mago que vivió en el período del Gran Gris abría la ventana para contemplar la extensa tierra.

«Hay algo que no funciona en el mundo», decía. « Es difícil saber cuándo termina un día de lluvia y cuándo empieza un día soleado.»

A menudo el Mago bajaba la escalera que conducía a la bodega oscura y gris de su casa. Allí, para divertirse y olvidar el mundo gris de fuera, inventaba pócimas mágicas y hechizos maravillosos.

Un día, mientras el Mago removía y mezclaba un poco de eso con un poco de aquello, vio algo en el fondo de la olla.

«¡Qué pinta tan buena tiene lo que acabo de hacer! », exclamó. «Ahora mismo voy a fabricar un poco más.»

El mago de los colores

«¿Qué es?», le preguntaron los vecinos cuando vieron al Mago pintando su casa.

«Un color», les dijo el Mago. «Lo llamaré azul.»

«¿Nos das un poco?», le pidieron los vecinos.

«Por supuesto», dijo el Mago.

Y así fue como nació el Gran Azul.

Al cabo de un tiempo todo en el mundo era azul: los árboles eran azules, las abejas eran azules, las ruedas y las cenas eran azules.

El Mago salía a pasear con su bicicleta azul y contemplaba la gran extensión de mundo azul. Exclamaba: «¡Qué día tan perfecto!»

Pero el azul no era tan perfecto.

Al cabo de un tiempo todo aquel azul entristeció a todo el mundo.

Los niños dejaron de jugar y pasaban los días enfurruñados en los jardines azules de sus casas. Padres y madres se sentaban en sus casas con la mirada fija en los cuadros azules de las paredes de sus salones azules.

«Tanto azul deprime», decían los vecinos al Mago, que estaba más triste que nadie.

«Ya no ríe nadie», dijo. «Yo mismo hace días que no me río.»

«Tengo que poner remedio», dijo el Mago mientras bajaba arrastrando los pies a la bodega oscura y azul de su casa.

Una vez abajo, empezó a remover y a mezclar un poco de eso y un poco de aquello.

Pronto vio algo nuevo en el fondo de la olla.

«¡Ya está, lo he encontrado!», dijo el Mago. «Ahora mismo voy a fabricar un poco más.»

«¿Qué es?», le preguntaron los vecinos cuando vieron al Mago pintando la valla de su jardín.

«Lo llamaré amarillo», dijo el Mago.

«¿Puedes darnos un poco?», le pidieron los vecinos.

«Pues claro que sí», les respondió el Mago.

Y así fue como nació el Gran Amarillo.

Al cabo de un tiempo todo en el mundo era amarillo.

No quedaba ni una pizca que no fuera amarilla.

Los cerdos eran amarillos, las pelucas eran amarillas, las escaleras y los sillones de los dentistas eran amarillos.

El mago cabalgaba en su caballo amarillo, exploraba el extenso y amarillo mundo y exclamaba: «¡Qué día tan fantástico hace hoy!»

Pero el Amarillo no era tan fantástico.

Al cabo de mucho tiempo todo aquel amarillo empezó a dañar los ojos de la gente.

Todo el mundo chocaba y se daba golpes al caminar. Entrecerraban los ojos y no podían ver adonde se dirigían.

«Este amarillo es demasiado brillante y deslumbrador», dijeron los vecinos al Mago.

«No hace falta que me lo digáis», gimió el Mago, que había tenido que ponerse una toalla en la cabeza. «Todo el mundo tiene dolor de cabeza, y yo también.»

Así que el Mago bajó a tropezones la escalera de su casa que conducía a la oscura y amarilla bodega.

Allí removió y mezcló un poco de eso y un poco de aquello.

Pronto vio algo en el fondo de la olla.

«Esto no está nada mal», dijo el Mago. «Ahora mismo voy a fabricar un poco más.»

«¿Cómo vas a llamarlo?», le preguntaron los vecinos al ver al Mago pintando sus flores.

«Rojo», respondió él.

«Nos gustaría tener un poco», le dijeron los vecinos.

«Enseguida», dijo el Mago.

Y así fue como nació el Gran Rojo.

Al cabo de un tiempo todo en el mundo era rojo. Las montañas eran rojas, las fuentes eran rojas, el queso de bola y los tés eran rojos.

El Mago salía a navegar con su barca roja para ver qué veía en aquel extenso y rojo mundo.

Y exclamaba, «¡Qué día tan fantástico!»

Pero el Rojo no era tan fantástico. Al cabo de mucho tiempo todo aquel rojo puso a todo el mundo de mal humor. Los niños pasaban el día peleándose y dándose puñetazos, y los padres discutían en voz alta. Una multitud enfurecida de vecinos se puso en marcha en dirección a la casa del Mago.

«Todo este rojo horrible es por tu culpa», le dijeron gritando.

Después empezaron a tirar piedras al Mago, que no dejaba de dar saltos y de hacer rechinar los dientes, porque él también estaba de un humor de perros.

El Mago bajó la escalera como un vendaval en dirección a la oscura y roja bodega.

Pasó días y días mezclando y removiendo. Utilizó toda la magia que fue capaz de imaginar para encontrar un nuevo color, pero todo lo que obtenía era más azul, y más amarillo, y más rojo.

El Mago trabajó hasta que tuvo las ollas llenas hasta el borde.

Las ollas estaban tan llenas que pronto empezaron a rebosar.

El azul, el amarillo y el rojo se mezclaron.

Se organizó un desastre terrible.

El mago de los colores

Pero cuando el Mago vio lo que pasaba exclamó:

«¡Ya tengo la respuesta!»

Y muy contento empezó a bailar por la bodega.

El Mago mezcló el rojo y el azul y obtuvo un nuevo color.

El Mago mezcló el amarillo y el azul y obtuvo un nuevo color.

El Mago mezcló el amarillo y el rojo y obtuvo un nuevo color.

«¡Hurra!», exclamó, y mezcló el rojo, el azul y el amarillo de todas las formas posibles.

«¡Fijaos qué cosas tan bonitas he hecho!», dijo el Mago cuando hubo terminado.

«¿Qué son?», preguntaron los vecinos.

«Los llamaré morado, verde, naranja y marrón», respondió el Mago.

«Da gusto verlos», dijeron los vecinos satisfechos, «pero ¿cuál debemos escoger esta vez?»

«Debéis cogerlos todos», respondió el Mago.

Y, en efecto, cogieron todos los colores que el Mago había hecho.

No tardaron mucho en encontrar el lugar adecuado para cada uno.

Y después de mucho tiempo, cuando el Mago abría la ventana de su casa, miraba afuera y exclamaba:

«¡Qué día tan fantástico y perfecto!»

Los vecinos le regalaron manzanas rojas, hojas verdes, plátanos amarillos, uvas moradas y flores azules.

Por fin el mundo era tan bonito que ya nunca más volverían a cambiarlo.

El mago de los colores

Arnold Lobel
El mago de los colores
Barcelona: Corimbo, 2004

El Proyecto CUENTOS PARA CRECER consiste en la publicación de relatos destinados en especial a niños y adolescentes, así como a todos los que encuentran placer en la lectura.

Debido al tipo de historias ofrecidas, este proyecto permite reflexionar sobre una serie de valores considerados esenciales para el desarrollo del carácter, como la tolerancia, la solidaridad, el espíritu de diálogo y la honradez, proporcionando además un valioso instrumento de aprendizaje.

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